Cuando terminamos de recorrer Egipto tuvimos la sensación de acabar de completar un sueño. No es fácil dejar una vida cómoda con todas las necesidades satisfechas, por lanzarse a hacia lo desconocido, en busca de cumplir una ilusión en un terreno de precariedad, cargados con lo justo, aunque llevando un montón de incógnitas y yendo a contracorriente de lo que la gente a tu alrededor te recomienda: que es precisamente el calor de la certeza. En Egipto renunciamos a tocar el Mediterráneo, el final inicial de nuestro viaje, por sentir una especie de vacío, de pequeñez ante lo que nos vendría después. Frente a la diversidad de formas de entender y asumir la vida que hemos conocido durante los dos últimos años, el primero en Sudamérica y este último en África, donde mucha gente no busca la estabilidad laboral -dando más peso a ser dueños de su tiempo-, nuestro círculo familiar nos influye en mayor o menor medida para que volvamos cuanto antes al redil de lo que ellos prefieren. Desde su óptica no hay nada mejor que la rutina occidental y esta aventura es una locura de la crisis de los 30 pero, justamente, sin esa rutina, nunca hemos sido más felices que ahora.
Después del golpe más fuerte que he tenido, el de perder a mi compañero de escalada, Felipe, en una avalancha salvaje que nos alcanzó a los dos, me prometí que aprovecharía cada día como si fuese el último: premisa que no he dejado de olvidar en ninguno de los más de 3.000 días que han pasado desde entonces. Por esta razón personal mía y porque además Bea coincide en que debemos continuar con el viaje, decidimos cambiar ese Mediterráneo inicial por otro más lejano, uno que en la fecha actual no sabemos qué aguas baña.
De nuevo en Egipto, y manteniendo el objetivo de tomar cuantos menos vuelos mejor, el viaje se torna como un tablero de juegos de mesa por la cantidad de restricciones y particularidades que rodean Oriente Próximo. Israel, país vecino de Egipto en la península del Sinaí, no es precisamente un estado amigable con sus vecinos (tiene, o ha tenido, conflictos en todas sus fronteras) y el mero hecho de cruzar a él por tierra implica que otros países te bloquearán su acceso, como Líbano y Siria (este último excluido del juego por su situación de guerra actual). Israel es conocedor de esto y por eso, de forma deliberada, no sella los pasaportes. En su lugar, dan el visado en un papel aparte. Sin embargo, al figurar en el pasaporte el sello de salida de Egipto con el nombre de Taba, localidad egipcia que da acceso únicamente a Israel, los países en conflicto con Israel buscan este sello para denegarte la entrada. Por esta razón, conocer Palestina e Israel implica, de forma inequívoca, que nos tocará volar para salir de allí, en este caso a un país tranquilo y cercano como Chipre (también se podría a Jordania, pero ya disfrutamos este maravilloso país en 2016, –cuya crónica puedes leer aquí-).
Es muy difícil permanecer neutral y ser objetivo cuando se trata de conocer Palestina e Israel. Es tanto con lo que nos han bombardeado los medios acerca de quién es David y quién es Goliat en este conflicto, que evitar los prejuicios durante su visita es altamente complicado. Por ello, viene bien recurrir a la historia. Como recordatorio, el estado de Israel se fundó en 1948, poco después de acabar la II Guerra Mundial, en la que fueron masacrados unos 6 millones de judíos de forma sistemática por los nazis. Anteriormente, en la historia, los judíos ya habían sido expulsados de muchos reinos cristianos y musulmanes en la Edad Media (época visigoda 616 d.C., Al-Andalus 1140 d.C., reino de Francia 1182 d.C., reino de Inglaterra 1190 d.C., Austria 1421 d.C., Corona de Castilla y Aragón 1492 d.C., Portugal 1496 d.C., Lituania 1495 d.C., entre muchísimas otras ocasiones), culpados de ser causantes de los problemas de la sociedad. Por ello, tras la masacre nazi, el nacimiento de este estado estuvo fuertemente influido por el sentimiento de compasión hacia un pueblo que tradicionalmente había estado marginado. Sin embargo, este planteamiento “justo” se estaba construyendo sobre un terreno en el que habitaban palestinos (principalmente), cristianos y beduinos, a los cuales se les estaba sacando del tablero, creando una nueva línea fronteriza, conocida como la Línea Verde del año 1949, verde porque de ese color fue el lápiz que se usó para dibujarla en las negociaciones. Pronto se vio que nadie aprende del pasado y los oprimidos se convirtieron en los opresores. El recién creado estado de Israel ocupa Cisjordania en 1967, durante la Guerra de los 6 Días. Posteriormente, continúa con los Altos del Golán (territorio sirio) y las granjas de Shebaa (territorio reclamado por Líbano y Siria) en 1981, reconocido internacionalmente solamente por Israel y desde el 25 de marzo de 2019 también por EEUU, bajo el gobierno de Donald Trump. Si no llega a ser porque también linda con el Mediterráneo y en esa zona es bastante profundo, probablemente también lo hubieran desecado y marcado con alambradas jalonadas con su bandera de la Estrella azul de David… Por otra parte, la línea Verde que delimitaba Israel con Palestina la diseñaron en su día con un lápiz, creemos que, para poderla borrar de noche y pintarla de nuevo, los israelíes, a su antojo, creando nuevos asentamientos de colonos (20.000 casas nuevas construidas para colonos judíos en los últimos 10 años, en territorio palestino) que justifiquen su mayor presencia militar. Un hecho que personalmente creo que invita a la resistencia palestina en sí mismo.
El cruce de la frontera egipcia del Sinaí con Eilat, ya en territorio israelí, acaba resultando como una entrevista de Jordi Évole, salvo que en lugar de tener a un solo Jordi tuvimos a tres. Si de por sí los policías de fronteras en Israel hacen muchas preguntas antes de permitir el acceso, muchísimo más todavía si figura que has estado durante un mes en Sudán, tan solo hace 15 días, siendo Sudán un país que odia públicamente a Israel -al igual que Irán-. Tras hacernos por separado las mismas preguntas a los dos, cargados con nuestras mochilas -con toda la comida que podemos meter, puesto que Egipto es más barato y con una garrafa de 6 litros llena de agua para no tener problemas en el desierto- nos dicen que nos sentemos antes de decidir qué hacer con nosotros. Mientras esperamos un “vuelvan a Egipto por donde han venido con su comida y garrafa de agua”, un caballero con el pelo blanco trae nuestros pasaportes y nos dice “welcome to Israel”.
Tras salir de la frontera en la que hemos estado varias horas, a 50 metros nos encontramos con la playa de Eilat del Mar Rojo. Allí mismo, cortejados por las tanquetas militares fronterizas, varios cientos de tiendas de campaña -practicando acampada libre- colorean la arena grisácea y aburrida de esta costa. Es la semana de “Pesaj”, una de las más importantes para los judíos en todo el año, y el país está de vacaciones. Buscamos un sitio libre y preparamos la cena. Mañana será otro día.

Acampando a pocos metros de la frontera tras cruzar a Israel con la tanqueta detrás
Amanecemos entre el humo de las barbacoas y los niños correteando alrededor de la tienda. A lo largo del tiempo que pasaremos en Israel comprobaremos su pasión por las barbacoas y también por dejar sus restos y basura tirados allí mismo (no todo el mundo tiene esta costumbre, pero abundan los que sí): patas de pollo, sillas, botellas, servilletas, vasos de plástico acabarán ya sea en la arena de la playa, o en las praderas de las montañas para el goce y disfrute del resto. Con este despertar en un lugar que podría ser idílico por sus vistas del Mar Rojo y de las montañas de Arabia Saudí, Jordania y Egipto nos dirigimos a conocer el Cañón Colorado, cercano a Eilat. Entre las preciosas formaciones de arenisca roja y los barrancos secos de este desierto tan pictórico, y siempre vigilados por las torretas fronterizas del cercano Egipto, pasaremos la noche. A la mañana siguiente hacemos autostop para volver a Eilat, donde nos tomamos el día tranquilo en otra playa, un poco más limpia, para sobrellevar los 35ºC sin sombras del desierto.

Cañón rojo de arenisca cercano a Eilat
Al ir viendo el altísimo nivel de vida de este país (alojamientos, autobuses, comida y tickets de entrada a cualquier lugar visitable a precios suizos) y, sin embargo, bajo coste de alquiler de un vehículo (unos 17 euros al día con seguro a todo riesgo) decidimos cambiar nuestra táctica alquilando un coche que usaremos, abatiendo los asientos, como lugar para dormir -la misma vía que practicamos en los países nórdicos para conseguir conocerlos de forma muy económica- que puedes leer aquí-. Por otra parte, nuestro hornillo multifuel, que alimentamos con gasolina sin plomo, nos permite reducir, al mínimo, el coste en comidas.
Cuando recogemos el vehículo de alquiler nos informan que solo podemos conducir en territorio de Israel, a lo que, ingenuos de nosotros, preguntamos que a qué se refiere con territorio de Israel.
– ¿Significa que no podemos conducir al Mar Muerto al estar en Cisjordania palestina?
– Tranquilos, allí sí.
– Entonces, ¿cómo podemos saber dónde se puede y dónde no se puede conducir?
– Solamente en territorio de Israel, nos repite zanjando la conversación.
El vehículo que nos entregan es un diminuto Citröen C1, el único coche que hemos alquilado hasta la fecha en el que no se pueden abatir completamente los asientos. Pasaremos las próximas dos semanas durmiendo al estilo “siesta en el autobús”, con los asientos reclinados parcialmente, nada que lamentar después de haber dormido en cualquier lugar en Etiopía…
Así, con nuestro flamante bólido conducimos hasta Jerusalén, donde sin demasiadas complicaciones encontramos un aparcamiento gratuito a 2 km del centro, con mesas para picnic, un sitio perfecto para hacer camping urbano. Caminamos hasta el centro, donde rápidamente aprendemos lo que significa “Sabbat” en la semana de Pasej y en el mes de la Semana Santa, un caos de cristianos peregrinando desde cualquier lugar del mundo y judíos ultraortodoxos vestidos con sus indumentarias tradicionales yendo a rezar al Muro de las Lamentaciones. Tal es la afluencia de gente, que la policía corta por seguridad, ante avalanchas humanas, las laberínticas calles del centro histórico, convirtiendo el tránsito en un auténtico “viacrucis”. Tras ver a varios miles de cristianos ortodoxos rusos y serbios con sus barbas del tamaño de sus cruces y a la policía luciendo sus metralletas, incluso portando los “prácticos” bazucas para ser usados en calles de 2-3 metros de anchura, decidimos escapar de Jerusalén para regresar en un día un poco más tranquilo.
Tomamos un autobús urbano para ir a la cercana Belén (a 11 km), el célebre lugar donde nació Cristo y también célebre por el reciente muro de hormigón armado construido por los israelíes para aislar más, si cabe, a la población musulmana. En el autobús vamos un 90% de extranjeros y sorprende ver cómo éste toma la vuelta al muro para llegar a Belén por un punto en el que no se ve el muro. ¿Casualidad? Lo dudamos. Belén está clasificada como zona A, dentro de una estructura dividida en A, B y C por Israel. La zona A (18% del territorio de Cisjordania) corresponde a los territorios en los que la Autoridad Palestina tiene el control total sobre seguridad y asuntos civiles, y sin asentamientos israelíes. La zona B (20% del territorio de Cisjordania) se basa en el control civil por parte de la Autoridad Palestina y el control militar compartido por Israel y Autoridad Palestina. Finalmente, la zona C (62% del total) implica control civil y militar por parte de Israel. Así, atendiendo a las zonas A y B se puede comprender qué representa Palestina para los israelíes: un conjunto de islotes inconexos, marginados e hiper vigilados. Si se compara esta realidad con el mapa de Palestina de la Línea Verde, es bastante intuitivo comprender la seriedad del asunto: a cualquiera con una mínima sensibilidad le producirá dolor de tripas.
En Belén visitamos la basílica de la Natividad, construida en el lugar donde se cree que nació Jesús. En esta zona del planeta existe un gran número de ubicaciones religiosas asociadas con sucesos descritos en la Biblia y Nuevo Testamento. Varios de ellos tienen su inicio histórico en la época del emperador romano Constantino (más de 300 años después de Cristo), lo cual implica que su precisión exacta sea dudosa y limitada al boca a boca. Sea como fuere, son lugares que para mucha gente contienen una magia especial y justifican el motivo de una visita a Palestina e Israel.

Supuesto Banski en Belén
Tras callejear por Belén, muy diferente de la ciudad que nos imaginábamos al poner el belén cada año, con su pesebre, castillo de Herodes y musgo seco, nos tomamos un café, donde acabamos charlando una hora con el dueño. Su visión es parcial, como no puede ser de otra manera para cualquier persona que viva allí. Al hacer el muro de hormigón le expropiaron sin pagarle terrenos de su familia y, según dice, la situación para los palestinos no hace más que ir a peor…
Llegamos tarde al coche, lo justo para ver el atardecer desde el Monte de los Olivos, pero la mezcla de realidades vividas ese día, un poco agobiantes por haberse producido en un lugar tan pequeño -peregrinos cristianos cantando por las calles, judíos rezando en el Muro de las Lamentaciones, ver de cerca la triste realidad palestina y la presencia de policías armados y bastante arrogantes al preguntarles cualquier cosa en cada esquina-, hace que queramos salir de allí cuanto antes. Conducimos sin pausa hasta llegar a media noche al Lago Tiberiades, también conocido como el Mar de Galilea.
Alrededor de este lago existen bastantes atractivos, muchos de los cuales relacionados con la Biblia, como el centro bautismal Yardenit en aguas del río Jordán, cuyo curso parte del mismo lago y, por cierto, no es el único centro bautismal en Israel donde se dice que Jesús fue bautizado, (por la noche, este mismo centro es un bar de copas); Tiberias, donde Jesús se apareció a los pescadores; la Iglesia de los Panes y los Peces, donde hizo el milagro homónimo; Cafarnaún, donde Cristo pasó su juventud de forma humilde -hoy en día un pictórico poblado en ruinas a la orilla del lago- y el poblado en ruinas de Magda, de donde se piensa que era María Magdalena.
Mientras hacemos la compra al día siguiente de acabar la semana judía de Pasej, en la cual no se vende nada que contenga algún cereal mezclado con agua y fermentado (como pan o alimentos que contengan harina) y durante la que tapan los lineales de los supermercados con sábanas, allí donde hubiera productos que los contuvieran-, conocemos a Beatriz, una madrileña que trabaja de directora de proyecto de un futuro hotel. Nos recomienda que vayamos a conocer las ruinas romanas de Susita, estratégicamente ubicadas sobre el lago y así disfrutar del atardecer. ¡Dicho y hecho! Estas increíbles ruinas son una auténtica rareza en un país en el que se cobra por casi todo (menos en las iglesias más emblemáticas, donde la entrada es gratuita). Todavía no están preparadas para el turismo y sorprende mucho la calidad de su calzada romana, el foro con todas sus columnas de granito tiradas en el suelo, los mosaicos a medio desenterrar, los pozos y aljibes de agua y una red de saneamiento intacta.

Supermercado en la semana judía de Pasej con los lineales cubiertos allí donde venden algo con trigo o levadura
Al día siguiente hacemos una caminata por el territorio conocido como Altos del Golán. Como decía anteriormente, esta región pertenecía a Siria hasta que Israel la invadió en 1981. Hoy en día, no hay ningún letrero o señal que indique que estás conduciendo por esa zona. Solamente, la abundancia de camiones cargados con tanques, tanquetas y bases militares alertan de que la zona es un poco más caliente que el resto del país. Elegimos, por recomendación de un paisano, el precioso sendero -en esta época primaveral- que recorre el río Zavitán. Por supuesto, por recorrer este sendero hay que pagar unos 8 euros por persona. Sin embargo, nos damos el capricho de entrar por la puerta de atrás y sin pagar, justificándonos de que no vamos a contribuir, en este caso, a beneficiar a quien se sumó algo que no era suyo. El sendero acaba en la piscina natural Meshushim, famosa por sus prismas perfectos de basalto, donde nos damos un fabuloso chapuzón.

Piscina natural de Meshushit, colofón del sendero que recorre el río Zavitan en Altos del Golán
Para acabar el día conducimos hasta el monte Bental, también en los Altos del Golán, desde donde se disfruta de unas increíbles vistas de Siria y su nueva frontera. Este punto fue estratégicamente muy relevante durante la guerra con Siria y en su cima un altavoz retransmite en inglés o hebreo lo valientes que fueron los soldados israelís al defender esta plaza. Algunos tanques destruidos alrededor del monte, los poblados devastados sirios a apenas unos kilómetros del lugar -bien visibles- y las impresionantes trincheras israelís ilustran mejor esta audición. A pocos metros del lugar, charlamos un rato con un sirio que vende miel y queso. Le autorizan una vez al año a salir al pueblo de al lado, ya en Siria, a ver a su familia. Sin embargo, vende su producto a los israelíes, que visitan en masa este lugar, con la misma dulzura que su miel. – ¿Cómo lo haces? Nos contesta solo levantando sus hombros.
Al día siguiente, mientras desayunamos en una tranquila dehesa, un coche militar negro para cerca de nosotros. Al cabo de unos minutos, un enorme dron militar, que no habíamos visto hasta entonces, se desploma sobre el suelo cerca de ellos. Le cambian las baterías y rápidamente sobrevuela nuestras cabezas a gran altitud y se interna (presumiblemente) en el territorio sirio ubicado a apenas un par de kilómetros del lugar. Se marchan como si hubiesen ido a pasear el perro y nosotros continuamos disfrutando del café.
Esa mañana renunciaremos a visitar más lugares arqueológicos por el alto coste de su entrada y porque algunos son visibles desde afuera. A cambio, en los laterales de una valla que informa que si se traspasa hay minas antipersona, vemos que hay montones de espárragos trigueros salvajes. Cogemos un buen puñado que prepararemos en revuelto para la comida. Para hacer algo de hambre recorremos antes el pueblecito de Safed, un importante lugar religioso para los judíos.
Desde allí nos dirigimos a Nazareth, la ciudad de María y donde se produjo, supuestamente, la Anunciación del Arcángel Gabriel. Si Belén ya había roto nuestros esquemas mentales, Nazareth, todavía más, al ser una ciudad en la que no quedan restos antiguos. Sorprende ver la cantidad de imágenes de vírgenes/patronas de todo el mundo, dando un carácter de universalidad a la iglesia de la Natividad, en la que, por cierto, es llamativo que la única virgen que luzca una bandera sea la catalana: la virgen de Montserrat.
Tras esta breve visita por Nazareth conducimos hasta Akkro, una interesante ciudad de piedra en la costa mediterránea. Romana, templaria, otomana e inglesa, este puerto fue un importante feudo inexpugnable y hoy, una parada obligada en todos los tours por este país. Callejeamos por sus calles del centro histórico, donde abunda la población musulmana en su zoco vendiendo pescado y dulces. Renunciamos nuevamente a pagar los precios de las entradas a sus monumentos por ser abusivos (15 euros por persona y sin incluir guía). A lo largo del viaje hemos dicho que no en muchas ocasiones a conocer atracciones, pero esta vez, a diferencia de en otras, no nos cuesta demasiado esfuerzo al ver tantísimo autobús de extranjeros. A cambio, continuamos por la costa hasta Haifa para conocer sus fabulosos y gratuitos jardines de la religión Bahaí, nacida en el siglo XIX y cuyo centro administrativo mundial se encuentra aquí. Esta religión es una especie de unión del judaísmo, cristianismo e islam, bajo el precepto de que son manifestaciones del mismo Dios en distintas épocas. Sus creadores, Bab y Bahá’u’lláh fueron así mismo profetas. Promulga una profunda universalidad y paz y están perseguidos en algunos países como Irán.

Malecón de Akkro, ciudad con un intenso pasado de los Cruzados

Impresionantes jardines Bahai en Haifa
Esa noche volvemos a nuestro, ya conocido, aparcamiento de Jerusalén, con la intención de visitar al día siguiente el museo del Genocidio, conocido como Yad Vashem. Las imágenes y relatos son espeluznantes y es triste ver cómo algunos paneles serían fácilmente aplicables en su relación con los palestinos: por ejemplo, cuando hablan del hiper nacionalismo alemán, cuando dicen “una nación es lo que tolera”, las imágenes de guetos, muros y alambradas y alemanes armados hasta los dientes y arrogantes con los judíos indefensos…
Volvemos a Jerusalén a conocer esos lugares que no habíamos podido visitar en nuestra primera incursión por la masificación de gente: la iglesia del Santo Sepulcro, donde se cree que crucificaron y enterraron a Jesús, su zoco, ciudadela, Muro de las Lamentaciones… La ciudad contiene una densidad de lugares religiosos impresionante, pero es difícil abstraerse del intenso tráfico de turistas y tiendas de souvenirs. Personalmente, nos gustan más los lugares un poco más tranquilos, que nos permitan captar la esencia sin tanto ruido externo.
Desde Jerusalén continuamos la ruta hacia Jericó, en Cisjordania, clasificado como territorio palestino A. Sin embargo, a diferencia de Belén, aquí no hay ningún muro ni señal que indique que estás entrando en Palestina. Jericó es considerada, junto con Damasco, la ciudad más vieja del mundo, con más de 10.000 años de historia. Además, ostenta otro récord, el de ser la ciudad a menor altitud del mundo, a 240 metros bajo el nivel del mar. Visitamos lo que queda de la antigua ciudad, con una impresionante torre construida hace ¡10.000 años! que todavía conserva su señorío. Otro de los atractivos es el monasterio de las Tentaciones, donde supuestamente Jesús, tras ayunar 40 días y 40 noches, fue tentado por el demonio. Independientemente de lo que se crea, las vistas de Jericó y de la depresión del Jordán merecen el esfuerzo de ir hasta allí.

Monasterio de las Tentaciones en Jericó

Torre de Jericó de hace 10.000 años y por lo que se la considera la ciudad más vieja del mundo
Muy cerca de Jericó se encuentra otro lugar donde se dice que Jesús fue bautizado, el segundo que llevamos. Unos flotadores, en un río Jordán de apenas 5 metros de anchura, delimitan Palestina/Israel de Jordania. Tras recoger un frasco de agua para bautizar a nuestro futuro sobrino Martín, seguimos el curso del río hasta el Mar Muerto. Ya nos habíamos dado un chapuzón en este mar en el lado jordano y sabíamos lo incómodo que es no quitarse la sal tras un baño allí. Para nuestra fortuna, encontramos la ciudad de Ein Bokek, donde han acondicionado una playa pública con duchas gratuitas para que cualquiera pueda sentir la flotabilidad de sus aguas, una sensación muy agradable.
Tras un par de días en la zona del Mar Muerto, decidimos salir de allí por el intenso calor que nos impide dormir en el coche (a la 1 am hacía 31ºC en la calle, dentro del coche ni se sabe). A cambio, nos vamos a Mitzpe Ramón, en pleno desierto del Negev, donde las temperaturas son más primaverales. Dedicamos un par de días a hacer rutas en el cráter Ramón, de increíble belleza por su aridez y uno de los últimos reductos en este país donde hacer senderismo es todavía gratuito.

Desierto de Negev

Cráter de Mitzpe Ramon

Cabritos salvaje

Vistas impresionantes del cráter de Ramón
Desde Mitzpe Ramon conducimos hasta Tel Aviv, más concretamente al pueblo de Jaffa -hoy en día unido por casas a Tel Aviv-. Callejeando entre sus preciosas calles de piedra cerca del puerto vemos en unas pantallas de televisión pública la refriega que está sucediendo en esos instantes en la cercana Gaza, donde los palestinos han lanzado 800 cohetes hacia territorio israelí (acabando con la vida de 4 civiles) y los israelíes han respondido terminando con la vida de otras 24 personas. Estas son nuestras últimas horas en esta zona del planeta, donde la gente pasea tranquilamente como si no ocurriera nada a apenas 100 km de allí, a pesar del trajín de helicópteros y aviones militares, que no dejan de sobrevolar la costa continuamente. Muchos grupos de personas charlan en corros en la playa y marchan en bicicletas eléctricas plácidamente por el paseo marítimo. En esos momentos recordamos la frase del museo del Holocausto de Jerusalén, “una nación es lo que tolera”.

Ciudad de piedra de Jaffa cercana a Tel Aviv
Maravilloso relato Fernan, como todos los que escribes, me emociona leer todo lo que estáis viviendo. Un abrazo enorme.
María José
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Muchas gracias!! Nos alegra mucho que te gusten. La aventura sigue, así que habrá unos cuantos relatos más! Un abrazo
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