Así como los errores jugando al mus se resuelven con pacharán, los errores cuando se escala suelen acabar en sustos, como el del verano pasado mientras aseguraba a mi compañero Chemi. Durante la recuperación de un par de meses con muletas mi mente viajó a muchos lugares y fue echando un café cuando propuse que si conseguía volver a escalar, al verano siguiente podríamos ir a Madagascar. Desde el principio a Unai, Larra y Javier les pareció un planazo y en eso quedo la cosa. Finalmente un vagón se descolgó del grupo y el grupo lo formaríamos Unai y los hermanos. El trayecto en cuatro por cuatro entre la capital, Antananarivo y Andrigihita de catorce horas es un bofetón de la realidad por la que pasa la mayor parte de la población mundial. Muchos de los elementos que nos parecen normales en nuestra sociedad: agua corriente, saneamiento, electricidad, educación, sanidad, carreteras, fábricas, vehículos personales y máquinas, en Madagascar no existen. Cientos de imágenes no dejan de sorprendernos: niños descalzos desde los dos a tres años trabajando picando piedra en las canteras, o con sus caras tiznadas produciendo carbón vegetal, hombres tirando de carros de mercancías como si de mulas se tratasen, hombres arrastrando «tuc-tucs» (taxis que usan la fuerza de un hombre corriendo), mujeres fabricando adobe con sus hijos a la espalda, arrozales cultivados a fuerza de pica (lanza similar a un azadón sin curvatura), gallinas y pollos más finos que maratonianos etíopes, niñas vendiendo cacahuetes a los pocos vehículos que pasan, «taxi-brouxes» (furgonetas) con cuatro veces su ocupación homologada y hundidas hasta el suelo, fuegos de rastrojeras de los pastores para conseguir hierba fresca para alimentar los zebús (vacas con joroba), pedazos de carne sin refrigerar cubiertos de moscas en mercados callejeros abarrotados de gente, atravesar un pueblo de unas cinco mil personas de noche y sin ninguna luz, pero sobre todo, la sonrisa blanca de la gente cuando nuestras miradas se entrecruzan…
A lo largo del trayecto no veremos ancianos ni gente usando gafas, simplemente, la dureza de la vida allí hace que no lleguen a los cuarenta o cincuenta años de edad. Su dieta basada en el arroz, según nos dijeron es uno de los países del mundo donde más se consume, y de una vez al mes de esos esqueléticos pollos, no permite que nadie esté obeso. Ser vegetariano en este país no es una opción, es necesidad. Hacemos numerosas paradas para comprar comida, cazuela y sartén y carbón para los próximos quince días que planeamos escalar en las paredes del Tsananoro, destino obligatorio para los amantes de la escalada libre en grandes paredes. De noche cerrada y tras dos horas de pista de tierra llegamos a nuestro campamento, Camp Catta en pleno parque nacional de Andrigihita, donde nos facilitarán un bungaló muy cómodo. La mañana siguiente amanecemos con esa luz roja de los documentales de África. Las paredes, ocultas la noche anterior, muestran su verticalidad y emergen del valle como dientes de caballo viejo, curvos y separados de la encía. Tras desayunar copiosamente con miel de allí y galletas y leche alemanas decidimos escalar la vía Alien de grado asequible y un buen tester para la muñeca de Javier, con esguince de ligamentos tras una caída de lo más divertida en la terraza de casa, la semana antes de salir. En la aproximación a la vía interrumpimos la tranquilidad de cinco serpientes en el sendero.-¡Tranquilos, no pican! dice Javier, -lo he visto en un documental sobre Madagascar. La vía Alien surca muros poco verticales en el lateral de la pared del Karamboni, por donde surca una de las rutas más duras del mundo, «Tough Enough». El granito, de calidad excepcional, llega a formar chorreras de cuarcitas que recuerdan a las de su prima, la roca caliza. En el último largo nos sorprende la lluvia y tras coronar cumbre rapelamos y destrepamos hasta alcanzar el camino.

Karamboni, por el centro de la pared surca la vía Tough Enough, de las vías de tapia más duras del mundo liberada por Adam Ondra

cada noche los lémures nos daban la bienvenida en el campamento de Camp Catta
Este año estamos solos en estas paredes y el compromiso es muy alto. En caso de avería, sería más rápido conseguir que alguien viniese de Europa a rescatarnos, que conseguir que alguien en Madagascar lo hiciese. Así que a lo largo de nuestras escaladas intentaremos controlar al máximo el riesgo que asumiremos. Parece que la muñeca de Javier le ha dejado estar y al día siguiente elegiremos una vía un poco más exigente, la Tsarandonga a la pared del Lemur Wall. Esta vía, abierta por unos españoles, surca un muro de regletas y de roca espectacular hasta su cumbre en una arista. El humo de los poblados se difumina en el valle entre arrozales cosechados y las nubes sobre el pico Boby enfrente nuestro. El olor de la hierba seca y de los cactus en flor nos trasladan a donde estamos, por fin en África! A la bajada nos daremos un baño en la piscina del campamento y cocinaremos unas patatas con chorizo, ante el atónita mirada de algunos habitantes. El día siguiente, me regalarán por mi cumpleaños una de las vías más impresionantes que hemos escalado, Out of Africa al Tsananoro Be, abierta por el gran aperturista suizo Michel Piola. A las 4 y media de la mañana nos levantamos, desayunamos rápidamente e iniciamos la aproximación de dos horas con la luz de los frontales. Las estrellas tintinean en el cielo y todo apunta a que será un gran día. 600 metros de roca con dificultades de hasta 7a nos separan de la cumbre, así que empezamos escalando muy rápido. Los largos de cuerda de 60 metros se suceden entre risas, canciones y chillos. Estamos felices. A unos 200m del suelo, mi primer regalo llega, con un amanecer impresionante en el que nos sentimos dentro de una película. Las principales dificultades de la vía aparecen en la mitad superior donde un muro liso con pequeños salientes de cuarcita del tamaño de una uña sobresalen de la roca y obligan a travesías laterales de disfrutar. Comemos unas barritas y nos sacamos unas fotos. Nos inventamos canciones, que de ser cantadas fuera de estas paredes cualquiera dudaría de nuestra cordura y sin darnos cuenta terminamos la vía en unas siete horas, habiendo encadenado los tres la vía. Tras uno de los cumpleaños-felices más emotivos que he tenido iniciamos el descenso.
Nos despistamos de la ruta de bajada al ir a ver unas tumbas de los nativos, en cuevas a veinte metros del suelo en un desplome, en la que acompañan sus cuerpos con cuernos de zebú. El subir a estas cuevas sin material de escalada es todavía un misterio para nosotros, como lo será la bajada de dos horas de esta pared a través de un barranco selvático y muy vertical donde destreparemos árboles y bloques de roca. Llegamos de noche al campamento, pero eso no nos impide preparar la cena. Unos malgaches sacan un par de guitarras y yembés y continuamos cantando, mientras yo me regalo un chupito de ron local. Los grillos cantan al abrigo de la oscuridad. Un día magnífico. El día siguiente conoceremos otra pared, el Batobarindri, en la que también dibujó Piola otra de sus líneas, La Cruz del Sur, asequible en grado y de grandes vistas sobre el valle.
El día siguiente es día de mercado en Bohitsaoka y no nos lo queremos perder. En teoría es nuestro día de descanso pero los 20km que caminamos bajo un sol muy potente no nos lo parece. Al salir del campamento somos arropados por gentes que caminan descalzas y que en algunos casos recorren más de 40km para vender su arroz y verduras que trasportan a sus espaldas. Una multitud de niñas nos sonríen y aceleran su paso para seguirnos. Nos hacemos fotos con ellas y se las enseñamos. Al entrar en el poblado es como si retrocediésemos varios cientos de años, el herrero del pueblo agita las ascuas mientras forja las picas para cultivar el arroz, una familia al completo desgrana el maíz mientras cerdos y gallinas se dan un festín con las sobras, una multitud de niños juegan a fútbol con un balón hecho con bolsas de plástico atadas, un hombre con un panel solar carga los teléfonos móviles de algunos de sus vecinos pues no tienen luz corriente, varios hombres se dan un homenaje en forma de alcohol destilado en un garito que parece un bar. Hacemos varias compras de verduras para cocinar y compramos un balón a esos niños, sabiendo que durará menos que el suyo de bolsas de plástico.
El día siguiente escalamos Life in a Fairy Tail o traducido La vida es un Cuento de Hadas en la pared del Tsananoro Atsimo, vía comprometida y abierta con sangre fría con algunos pasajes expuestos. Unai nos dará una lección de escalada y se encadenará todo. En el último largo Javier y yo le damos a él una lección de cómo subir un largo de adherencia en artificial… En la bajada tenemos un momento de tensión cuando a 500 metros del suelo se nos enredan las cuerdas por la fricción de la roca. Afortunadamente conseguimos liberarlas tras unos cuantos sudores calientes y fríos y no sin destrozar sus camisas.

El trío calavera en el primer intento del Cangrejo de las Pinzas de Oro, al día siguiente la encadenamos!
Al día siguiente escalamos otra vía en el Lemur Wall, la Black Magic Woman, más corta que las anteriores con idea de poder darnos un buen chapuzón en la piscina. Ese día conoceremos a otros escaladores que acaban de llegar, Syville-alemana y Mariotte y Jean-franceses. Al día siguiente junto con estos nuevos amigos haremos un intento fallido a la vía del Cangrejo de las Pinzas de Oro, también de Piola. Hace mucho frío y chispea y nosotros decidimos no subir, nuestros compañeros rapelarán del segundo largo. Al día siguiente, haremos un nuevo intento con mucho más éxito. Escalo mi primer 7b+ a vista y encadeno todos los largos de esta vía de 350 metros, donde predomina el séptimo grado. Es de nuevo una vía magnífica con una magnífica compañía. Los dedos piden un descanso y aprovecharemos a conocer los poblados vecinos y el dispensario médico, que no hospital. Nos enteramos que entre enero y abril es zona de malaria, ya que en los arrozales inundados el mosquito encuentra su hábitat. El día siguiente escalamos la última vía en la última pared que nos queda, la Stocklom al Camaleón, una vía preciosa con unas vistas espectaculares. Decidimos poner rumbo al norte y en el último momento Syville decide acompañarnos hasta el final del viaje ya que no se encuentra cómoda escalando con sus amigos. Visitaremos el parque nacional de Ranomafana, cerca de Fianaransoa donde veremos muchos tipos de lemures en el bosque primario. Adaptamos nuestra dieta a las frutas tropicales y cacahuetes. Tras visitar el parque seguiremos hacia la capital con la idea de al día siguiente pillar un vuelo a Diego Suarez, en el punto más norte de Madagascar. Tras varios si-nos de Air Madagascar, compañía a la que llaman de forma cariñosa Air Quizás, porque nunca sabes si vas a volar o no, finalmente llegamos a Diego Suárez. El clima y la vegetación, mucho más seca es muy diferente a la del sur. Paseando por la ciudad, un par de españoles (Rodolfo y Luis Vicente) nos saludan y les invitamos a un café. Su musculatura, gafas de sol negras y depilación no fallan, trabajan en la seguridad de los barcos atuneros, principalmente vascos y gallegos que faenan en el Índico, en aguas cercanas a Somalia. Nos explican que es el armador del barco el que decide si lleva seguridad privada o no, y en caso de llevarla consiste en tres hombres armados con ametralladoras de la segunda guerra mundial mejoradas que pueden neutralizar un esquife a más de medio kilómetro. Hacen prácticas de tiro con bidones de 200 litros de agua, ya que en el mar y en pleno movimiento se hace complicado acertar. Son sietes principales clanes de piratas los que orquestados por un gabinete de abogados de Londres (encargados de la negociación con los países y familias) se reparten el botín de los secuestros multi-millonarios. Es todo un negocio y supuestamente estos abogados se llevan bastante bien con los piratas. Como dicen entre pescadores, al fin y al cabo los ingleses no han dejado nunca de ser piratas. Sin embargo, los somalíes o yemenís que atacan desde los esquifes apenas se llevan un par de miles de dólares, arriesgándose a perder la vida en el intento. Los atunes, que desovan en la costa somalí fuerzan a los atuneros a acercarse mucho a esa zona. Cuando me como una lata de atún pienso en todas esas personas que hay detrás, como por ejemplo los «blanquitos», como denominan a los negros de Costa de Marfil, a los que los armadores españoles de las principales marcas apenas pagan unos cientos de euros por deslomarse a trabajar. Según nos cuentan los pescadores trabajan en turnos de 4 meses ininterrumpidos de trabajo y luego libran 4 meses seguidos, así que cada barco tiene dos tripulaciones. El nivel de compromiso de este trabajo es total, ya que en caso de accidente o de problema de salud no tienen asistencia posible. También nos explican otras cosas más locales como el turismo sexual en el norte de Madagascar. Nos sorprende ver por las calles a muchos hombres europeos (principalmente franceses e italianos) de entre 50 y 70 años con chicas muy jóvenes. Son chicas de compañía y el hombre les da dinero para que se compren ropa y les inviten a cenar y lo que después se precie y finalmente la chica les devuelve el dinero que sobre. El nivel de inseguridad por la noche es muy alto en la ciudad y según nos confiesan a pesar de salir ellos «empalmados» (con pistola) han tenido varios sustos serios. Así que nosotros decidimos cenar un maravilloso zebú en un restaurante español y tras invitarnos el dueño a varios chupitos de ron que el mismo prepara, nos retiramos a dormir. Los próximos días estaremos en la cercana playa. Nos comeremos una langosta de más de dos kilos entre los tres hombres y varios pescados a la brasa. Conoceremos en barco de vela árabe el mar de Esmeralda donde haremos snorkel.
Pasearemos por playas de arena blanca en la bahía de Sakalava y retomaremos las ganas de escalar en las cercanas paredes del Frances, en el valle de Perruquet. Las vías de caliza con estalactitas y chorreras son únicas y espectaculares y disfrutaremos mucho escalando en sus desplomes un par de días con una pareja gallega afincada en Noruega entre bosques de boababs.

deportiva muy guapa en el valle del Perruquet a las afueras de Diego Suárez, chorreras y baobabs hacen una mezcla muy exótica

esta zona tiene un potencial muy grande de equipamiento deportivo y también de trad. Todavía solo hay unos 40 itinerarios del 6a al 7c. Roca extremadamente pinchuda!
De ahí recorreremos la costa desde Diego Suarez hasta el archipiélago de Nosy Be, parando en el camino a ver el parque nacional de los tsinguis (que significa punta afilada), lapiaz de caliza donde prácticamente no hay vegetación y donde es muy complicado caminar por lo afiladas que son las rocas. Atracaremos en la islita de Nosy Komba, hermana pequeña de Nosy Be y mucho más tranquila que su hermana mayor. Nos relajaremos en sus playas. Javier y yo alquilamos una piragua de pesca tradicional de madera y remamos hasta una isla desierta. No conseguimos ir en línea recta ni cinco metros y en mar abierto tenemos un susto al volcarla, afortunadamente sin hundirla, pero tocándonos achicar bastante agua. El baño en una isla desierta de arenas blancas y aguas tropicales fue genial. Al día siguiente también Javier y yo iremos a pescar a mar abierto desde embarcación. Pescaremos una barracuda de un metro y dos túnidos.

camino de los Tsingis con nuestro súper 4L. Allí fuimos Unai, Javier, Syville, el conductor y yo con todo los petates para un mes…

Tsingi significa afilado. Según National Geographic uno de los lapiaces de caliza más espectaculares del mundo

barracuda en el canal de Mozambique, archipiélago de Nosy Be. Nos la comeríamos horas después todo el grupo en forma de brochetas
Nos comeremos la barracuda y un túnido en forma de brochetas exquisitas. Con motivo de que nuestro vuelo hacia la capital es desde Nosy Be dormiremos una noche en la isla, con ambiente nocturno vibrante y multitud de abuelos italianos buscando a sus nietas malgaches… Un día escondidos en el hotel en Antananarivo, del que no salimos avisados del peligro de la ciudad y un par de vuelos nos separan de Logroño, donde de nuevo una bofetada de realidad nos sorprende. No solo ha sido uno de los viajes más espectaculares que haya hecho, es también el inicio de una nueva saga de viajes en África, que hasta ahora esperaba por ser descubierta. Un atardecer en África no se olvida tan fácilmente…
Un adelanto de nuestro viaje en Trailer.