Reino Unido de Sur a Norte

Ludovico de Varthema fue uno de los viajeros más fascinantes del Renacimiento, nacido en Bolonia, hizo del viaje por libre -rozando el vagabundismo- una herramienta más poderosa que las expediciones pesadas portuguesas para describir rutas y nuevos territorios; así consiguió ser el primer europeo en entrar a La Meca y el primero también en llegar a las islas de las especias, en las lejanas Java y Borneo. A su vuelta, la descripción de la ruta seguida permitió a los portugueses comerciar directamente con Oriente, saltándose a los intermediarios árabes y, carambolas del destino, que más tarde, los españoles, al timón de Magallanes circunvalaran la Tierra en su afán de competir con los portugueses por una ruta diferente. La idea de viajar para aprender y poder transmitirlo y facilitar así el regreso, como Varthema, fue una excusa poco creíble cuando fui solo a Reino Unido, mientras Bea trabajaba de sol a sol en la bodega. – Volveremos juntos y será mucho más fácil.

Aterrizo en Londres para realizar un triatlón cultural de Museo Británico hasta saciarme, seguido de 15km de «turisteo» antes de volver a empacharme de más cultura con el Museo Nacional de Pintura; repitiendo esta prueba un par de días para matizar de objetos y colores algunos lugares mágicos que hemos visitado en el pasado: la cultura Kerma de Sudán, el hasta hace unos meses único «moai» de basalto, hallado en isla de Pascua, los frisos del Partenón, el impresionismo francés, etc. Es un detalle que en un país cuna de  piratas no se cobre la entrada a sus cuevas de los tesoros.

En la cueva del tesoro inglesa, el Museo Británico

Relativamente cerca de Londres se encuentra Stonehenge, el archiconocido y descrito crómlech de finales del Neolítico y comienzos de la Edad de Bronce, de unos 4.500 años de antigüedad, cuyo tamaño y origen de los bloques de roca, algunos desde la lejana Gales, hipnotizan al visitante.

Stonehenge

También otras rocas, en este caso de talco blanco, cautivaron mi camino sobre los acantilados de Dóver, los mismos que en 1909 vieron un extraño pájaro pilotado por Louis Blériot, el primero en conseguir levitar sobre las aguas del canal de la Mancha y aterrizar para contarlo. Es increíble que estando la orilla francesa, tan visiblemente cerca de Dóver, haya resultado esta costa tan lejana para los alemanes durante las guerras del siglo XX. Desde estos preciosos acantilados de Dóver y en varias etapas iré completando el camino hasta el norte de Escocia en la isla de Skye.

Acantilados de talco blanco de Dóver
Ruta por los acantilados de Dóver

Parada de rigor de varios días en Manchester, cuna de la revolución industrial, donde colaboro con su impresionante universidad en el estudio del impacto ambiental de la energía solar en África, no tan benigna para la salud de las personas si se deja sin regular, como ocurre, fruto de la contaminación por plomo que sufre su tierra, agua y aire por el reciclaje informal de las baterías de estos sistemas solares; alquilo después un vehículo para facilitarme un poco las cosas en el periplo escocés. Los cartuchos de gas para el hornillo están agotados en las tiendas, quizá en previsión del invierno sin la guía de su reina Isabel, lo que hará que los próximos días coma frío y mal. Estoy en el Reino Unido y el espejismo de cocinar caliente y rico será un imposible. Compro varios botes de salchichas en caldo, mantequilla de cacahuete y pan de sándwich, un menú que haría vomitar hasta a las cabras. Solo así, desde la idiosincrática o personalísima cultura culinaria inglesa me adentraría a conducir por las Tierras Altas de Escocia como un verdadero inglés.

Comienzo subiendo al Ben Nevis, el techo de Reino Unido, en un día en que la niebla, como si sufriera las mareas, permite vislumbrar a ratos un escenario magnífico de costa, lagos, ríos, praderas y turberas. En la cara norte de este monte se han curtido generaciones enteras del alpinismo inglés en unas condiciones que pueden ser comparables a las tormentas de cordilleras mucho más ambiciosas como la del Himalaya.

Amanecer en las Tierras Altas, Escocia
Subida al Ben Nevis, techo del Reino Unido

El castillo de Eilean Donan, estratégicamente ubicado daba conexión a la isla de Skye con el “continente británico”. A pesar de las fechas, la luz mortecina, la humedad y el viento se asemejan más a nuestro mes de diciembre, pienso mientras conduzco entre ovejas y vacas escocesas de melenas largas. No me extraña en absoluto por qué tantas marcas de automóviles graban recurrentemente sus anuncios en este mismo asfalto, rodeado de un entorno transformado por siglos de ganadería, pero bellísimo. El Old Man of Storr, una aguja de roca negra se levanta sobre el verde de esa hierba que no conoce el sol ardiente.

Castillo de Eilean Donan, Escocia
Old Man of Storr, isla de Skye, Escocia
Vacas melenudas escocesas, isla de Skye
Cascada Mealt

Continuo más al norte para conocer la cascada Mealt, que descarga sobre el mismo mar y las huellas de dinosaurios de Staffin, discretas en cuanto a calidad conociendo las que tenemos en La Rioja. Relativamente cerca de allí visito también el Quiraing y el Fairy Glen, dos de las excursiones que todos los visitantes a esta isla realizamos y, que por ello, pierden su esencia si no se madruga para evitar las masificaciones. Solo así, madrugando, comiendo frío y de pie, aprovechando el día hasta el atardecer y durmiendo cada noche en el coche abatiendo el asiento con un saco de dormir demasiado fino, una técnica depurada por años de experiencia, desde aquellos primeros viajes en el Opel Kadett del 88 a Pirineos, la humedad escocesa va calando en los huesos y la experiencia se vuelve mucho más intensa. La melancolía de las ruinas del castillo Duntulm con las últimas luces del día me trasladan a una época oscura, mientras que a la mañana siguiente, la playa de arena blanca de Glen Claigan hace lo propio llevándome a playas de latitudes más amables.

Quiraing al amanecer, uno de los sitios que visitar en la isla de Skye
Fairy Glen, isla de Skye, Escocia

Dejo la isla de Skye rumbo a Invernalia, una de las ciudades más grandes del norte de Escocia, conduciendo por la costa del lago Ness. Desde Invernalia continuo hasta el parque nacional de Cairngorm, que alberga un paisaje de montañas barridas por los vientos fríos y húmedos. El objetivo del día, subir el Ben Macdui, el techo de estas montañas, se queda en una quimera tras caminar durante un par de horas bajo el aguanieve ventiscoso. No se ve nada, ni el día invita a pensar lo contrario, así que decido retroceder y visitar Edimburgo, una ciudad, cuyo centro histórico es impresionante.

Parque Nacional de Cairngorm, intento al Ben Macdui
Castillo de Edimburgo
Visitando el Parlamento de Edimburgo

Entre Edimburgo y Manchester, a una distancia estratégica, los romanos fijaron el Muro de Adriano, 117 km de muro de costa a costa, de 5-6 metros de alto y 3 de ancho y levantado en solo 6 años. El muro estaba inteligentemente reforzado con torreones, fortalezas y refuerzos de soldados a lo largo de toda su longitud, de tal forma, que, si alguien osase una invasión la noticia correría como la pólvora. Si hoy nos propusiéramos hacer algo así en 6 años echaríamos la culpa a la falta de microchips para argumentar los retrasos en el proyecto. Decido pasar la noche en el lado bárbaro para, a la mañana siguiente, custodiar el muro como un vigía. Hoy en día las ovejas pastan tranquilas y actúan de cortacésped, protegidas por el muro que cualquier ganadero soñaría con tener.

Aprovechando la geografía del terreno para el Muro de Adriano
Amaneciendo en el Muro de Adriano
Muro de Adriano con fortificación, hoy custodiada por las ovejas
Atardecer en la campiña inglesa en compañía de una cierva

Al sur del Muro de Adriano recorro el Lake District, del que destacaría el Castlerigg, otro crómlech de dimensiones mucho más discretas que el de Stonehenge, y acometo  la ascensión al Helvellyn, con vistas espectaculares de todo este distrito de lagos de nombres difícilmente recordables: Thirlmere, Grasmere, Windermere, etc. De regreso a Manchester, desde donde emprenderé el viaje de vuelta, hago una breve incursión por el Peak District. Las colinas verdes, salpicadas de rocas de arenisca dura en su alto y los pequeños pueblos ingleses son la tónica de este tranquilo distrito tan cercano a Manchester.

Conociendo ya el camino, solo toca el regreso a casa y, como Varthema, contarlo para poder facilitar el regreso.

Lake District
Subida al Helvellyn, Lake District
Crómlech de Castlerigg, Lake District
Marcha mañanera en el Peak District
Castillo de Chatworth, Peak District

Recomendaciones:

  • Los alquileres de vehículos en Escocia pueden ser del orden de magnitud de 2-3 veces más costosos que en Manchester. Por otra parte, el recorrido entre Manchester y Escocia alberga puntos muy interesantes, que compensan con creces la conducción.
  • La mayoría de los puntos de interés en Escocia tienen parquímetros, pero siempre existen zonas muy cercanas a los mismos donde se evita pagar (solo hay que mirar bien y tener un poco de imaginación). No pagué por aparcar en todo el viaje.
  • En los sitios recorridos, salvo en las ciudades, se puede dormir muy fácilmente acampando de forma discreta (montando la tienda tarde y levantándola temprano, si se lleva) o en el coche, como hice, sin ningún problema.

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