Desde Bogotá tomamos otro vuelo a Medellín, la capital de Antioquia, por apenas 14 euros reservándolo a última hora, si no, hubieran sido 11 euros. Resulta llamativo que un autobús cueste cerca de 18 euros y el trayecto dure 9 horas y que el avión lo haga en 40 minutos por un menor precio. Parece que no importe mucho que las reservas conocidas de crudo en Colombia sean de unos 7 años, cuando varias compañías ofrecen vuelos a estos importes tan ridículos. Curiosidades aéreas aparte, desde el aeropuerto nos dirigimos a Guatapé y a su Peñón, un inmenso bloque de granito aislado que se eleva sobre un vasto terreno inundado por un embalse, que ha dejado como resultado un paisaje inverosímil de cientos de islas verdes. Por cierto, en una de estas islas el narco Pablo Escobar tuvo una de sus varias mansiones. Las mejores vistas de este paisaje se obtienen ascendiendo a lo alto del Peñón y así lo hacemos, para después conocer otro colorido y turístico pueblo colombiano, Guatapé.





Desde Guatapé regresamos a Medellín, donde quedamos con Andrea y su novio Cristian. Conocimos a Andrea, una malagueña que teletrabaja desde el extranjero siempre que puede, en Dusambé, capital de Uzbekistán, durante nuestro viaje en autostop a lo largo de la Ruta de la Seda. Coincidimos con ella en Cartagena de Indias, volvemos a hacerlo en Medellín y quién sabe dónde volverá a ser. También en Medellín coincidimos con Lucas a quien conocimos viajando en Ecuador hace tres años y quien nos cuenta largo y tendido del pasado de Medellín, la que fuese durante años la ciudad más peligrosa del mundo. Al día siguiente recorremos el centro de Medellín, el cual nos resulta interesante desde el punto de vista social: una concentración sin igual de buscavidas, prostitutas de todas las edades, vendedores de jarabes naturales para potenciar el deseo sexual, vendedores de todo tipo de ropa falsa y un par de iglesias de la época colonial con curas con sotana. La escena que más nos llama la atención es la de una pobre mujer que, completamente desnuda, se lava en medio de la calle con una bolsa de agua ante la indiferencia general. Desde el centro, tomamos un metro para conocer la Comuna 13, la favela más célebre de Medellín.

En la Comuna 13 se libró una auténtica guerra entre guerrillas urbanas en los 90, incluyendo el lanzamiento de misiles entre barrios, tiroteos y centenares de muertos, la cual fue intervenida por el ejército nacional en una de las operaciones más criticadas, conocida como la Operación Orión, por la que se favoreció a una de las guerrillas sobre el resto. En los últimos años, desde la municipalidad se le ha querido dar un lavado de cara, favoreciendo iniciativas culturales como los grafitis y el hip-hop, construyendo unas escaleras mecánicas para subir por medio de la Comuna, atrayendo al turismo y, en definitiva, alejando a los jóvenes de otras prácticas. Comparativamente, entre visitar la Comuna 13, famosa por su peligrosidad, y visitar el centro de Medellín, la Comuna 13 nos parece un paseo en barca. Otro de los atractivos de Medellín es su calle 70, abarrotada de bares y restaurantes y en donde uno se olvida rápidamente de que el país tiene ahora no 500 sino 600 muertos al día por Covid.




Desde Medellín nos dirigimos a Jardín, un precioso pueblo entre montañas, donde se creó la definición del color verde. Mientras vemos las escenas del Giro de Italia, por los que hasta ahora considerábamos los verdísimos puertos del norte de Milán, no podemos pensar que, comparados con el verde de Jardín, parecen agostados. Claro está, el verde tiene un origen y es la lluvia, así que nuestra actividad en Jardín estará condicionada por la misma. Disfrutamos de varias caminatas para conocer sus cascadas, todas con chaparrada incluida, mientras docenas de colibrís de color verde eléctrico zumban a nuestro paso buscando las flores más dulces sin importarles una lluvia que resbala en su plumaje. También tenemos la suerte de conocer unas aves muy raras y en peligro de extinción: los gallitos de roca, por los que en el mercado negro llegan a pagar hasta 7.000 dólares por cada animal. Los machos chillan como gallos y hacen un baile sobre las ramas para atraer la atención de las hembras, sin importarles en absoluto nuestra presencia. Como colofón a nuestro paso por Jardín, nos invitan a un concierto de música andina del grupo Selva Virgen, muy apropiado el nombre, en un lugar en el que se pretenden hacer prospecciones de petróleo.




