La ruta imaginaria que hemos dibujado en nuestro mapa para esta parte del centro de África es la de conectar los grandes lagos africanos: Malawi, Tanganica y Victoria. Estos lagos se crearon por el rift, la separación tectónica que formó una gran depresión en esta región de África, ahora inundada por agua y que año a año se separa más y más. Para conectar el lago Malawi con el lago Tanganica, optamos por cruzar a Zambia a través de la frontera de Chitipa, conocida localmente como Canyada. Tras preguntar a varias personas dónde se encuentra el puesto fronterizo con Zambia nadie nos dice claramente su ubicación al existir un gran territorio de nadie entre Tanzania, Malawi y Zambia. Por otra parte, las motos que nos han acercado hasta el puesto de salida de Malawi deciden volverse al pueblo sin avisar mientras hacemos los trámites de salida del país, sin incluso haber cobrado por el trayecto que han realizado, algo muy extraño. Cuando hemos terminado con los papeles, la única mujer que vemos por allí nos hace el favor de acercarnos en su vehículo los que fueron 7km hasta el puesto zambiano, una casa enana de adobe con una barrera ridícula y sin ninguna bandera a la vista. Allí se acaba el asfalto y se vislumbra un camino pedregoso. No podemos creer que eso sea la frontera de un país, a la vez que salimos de su coche como un toro al ruedo. Entramos en la cabaña donde se encuentran dos policías con menos sangre y espíritu que un moribundo, sin apenas levantar la mirada cuando entramos. Para romper el hielo, usamos una técnica que suele dar buenos resultados: hablar del fútbol español, y eso que nuestros conocimientos de este deporte son muy limitados. En estas situaciones, suele ser necesario cambiarse de chaqueta por el Barça o el Real Madrid y, por ello, para acertar hay que preguntar primero qué equipo apoyan. Esta vez los dos son fanáticos del Real Madrid, a lo cual les damos la mano sonriendo como si fuésemos abonados a este equipo desde niños. Mientras hablamos de la Liga, de la cual saben ellos mucho más que nosotros, la situación parece desatascarse y proceden a hacernos el visado, un visado que para extranjeros cuesta 50 dólares americanos. Todavía no sabemos si es por la empatía futbolística que nos ponen el sello en el pasaporte de forma gratuita. A continuación, nos preguntan cómo tenemos pensado ir a la ciudad más cercana zambiana, que está a 80km de distancia por un camino pedregoso malísimo, si a esas horas de la tarde ya no hay transportes públicos. Cuando ya pensamos que nos tocará acampar en este lugar hasta el día siguiente, algo que ya hicimos en la frontera entre Namibia y Botsuana, llega un camión de construcción cargado de maderas. Nos acercamos al camión con la pregunta de a dónde vais. -Vamos a un pueblo a 10 km a un puesto de salud para ayudarles en su reparación. Entre acampar en el puesto fronterizo con esos policías o en un puesto de salud desconocido, nos miramos el uno al otro y saltamos como pulgas al volquete del camión, nuestro primer contacto con Zambia.
El camino es todavía peor de lo imaginado y no paramos de dar botes sobre las maderas, pero las vistas de poblados de barro y techos de paja donde la gente sale a saludarnos a nuestro paso hacen este trayecto muy agradable. A la llegada al humilde puesto de salud de Nzoche, el conductor del camión busca a la enfermera, Zina, quien sin pedirlo nos ofrece la sala de consultas para acampar. A continuación, Zina nos lleva a su casa, donde juntos preparamos la cena basada en «nshima» (masa de harina de maíz) y hojas de calabaza, que cocinan como espinacas. Nuestra llegada es la novedad en el pueblo y la gente se acerca a conocernos y a darnos la mano, ventajas de estar totalmente fuera de la ruta turística.

Poblado de Nzoche en el norte de Zambia, lugar donde dormimos la primera noche

Bea aprendiendo a cocinar la nshima el primer día
Cuando anochece sacan unas linternas con las que atraen a las termitas aladas a unos barreños de agua, donde caen ahogadas como moscas. Tras ayudarles a cazar varios cientos de termitas, les quitan las alas y las fríen. Esta es la fuente de proteínas del día en cuestión. En estos países africanos, el personal sanitario dispone de una casa cercana al centro de salud y de un terreno para que cultiven su comida, puesto que sus ingresos son muy bajos. Tras calentarnos agua con carbón vegetal para que nos lavemos, Zina decide que el puesto de salud es un lugar ruidoso para nosotros por la cantidad de gente que acude de noche al ser temporada de malaria y nos prepara una habitación en casa de una amiga.

Con la familia de la enfermera de la región, Zina, en Nzhope

Cazando el segundo plato, termitas aladas que luego fríen
Tras esta cálida recepción en Zambia, a la mañana siguiente tomaremos una furgoneta abarrotada de gente rumbo a Nakonde, en la que para hacer 70 km nos llevará algo más de 5 horas por un camino infernal. En Nakonde tomamos otro minibús rumbo a Mbala. Tras esperar unas 3 horas a que llegue un camión cargado de gasolina de estraperlo de Tanzania, más barata que su análoga zambiana, y que carguen los 1500 litros de gasolina en el remolque del minibús, salimos a Mbala. El conductor del minibús nos explica con una sonrisa egoísta: -Así es África. Por un par dólares la policía mira a otro lado y se pueden hacer estas cosas.- En el trayecto del minibús conocemos a Lukhia, un joven zambiano que trabaja como conductor de camiones sacando minerales de minas chinas en la vecina República Democrática del Congo, el que quizá sea el país más rico y desastroso que exista. Nos habla del expolio que se está produciendo en este país y del nivel de colapso y peligrosidad con el que viven, del que los chinos parecen salir indemnes. Tras preguntarle acerca de un sitio para dormir en Mbala, nos ofrece ir a su casa, a lo que accedemos sin dudarlo.
El día siguiente es su día libre y nos lleva en su coche a conocer el cercano lago Chila y el museo Moto Moto de la ciudad. Ahí descubrimos la importancia histórica que tuvo Mbala, al ser el último lugar donde se pegaron tiros en la Primera Guerra Mundial (el 25 de noviembre se cumplieron justamente 100 años) y donde se rindió el último general alemán, lanzando sus armas al lago Chila. Esta zona de Zambia, en aquel entonces Rodesia del Norte, era un bastión inglés rodeado de territorio alemán (Tanzania y Namibia) y para los alemanes era clave poder unir sus colonias. Durante la guerra usaron la mano de obra nativa para poder mover los cañones, munición y víveres a pura fuerza humana, puesto que en aquel entonces no existía ninguna carretera ni casi animales de tiro en 1000 km a la redonda.

Lago Chila, lugar donde los alemanes tiraron sus armas al perder la Primera Guerra Mundial

Con Lukhia y su familia. Nos acogieron en su casa de forma muy abierta
Esa misma tarde ponemos rumbo a Mpulungu, en el extremo sur del lago Tanganica. Nuestro objetivo es intentar coger el barco alemán de la Primera Guerra Mundial, el MV Liemba, el cual recorre de sur a norte el lago Tanganica y que Javier Reverte describe en sus relatos africanos. Este barco fue hundido por los alemanes al perder la guerra y, posteriormente, fue reflotado y usado como barco de transporte de pasajeros. Al llegar a Mpulungu nos indican que el barco está en mantenimiento y que le puede llevar más de un mes estar operativo, ante lo que tenemos que realizar un cambio de planes. Buscamos la iglesia, donde nos ofrecen un cuarto para pasar las próximas dos noches. Allí conocemos a los curas James, Isaac y Esteve, los cuales tienen mucho interés por saber más de nuestro país y con los que compartimos buenas conversaciones.
Mpulungu es el único puerto internacional que tiene Zambia y, como tal, tiene un gran trasiego de gente y mercancías y muy bajos niveles de turismo. Sin embargo, la belleza de la costa en este lugar y de sus pueblitos, como por ejemplo Kasasa, no tienen nada que envidiar a la costa del vecino lago Malawi. Rodeados por varias docenas de niños sonrientes, nuestra visita a los poblados no puede pasar desapercibida. De vuelta a la iglesia, preparamos una ensaladilla rusa para compartir con los curas, los cuales, por el número de veces que repiten, parece que les gusta la receta.

Pescados «puka-puka» puestos como pescadillas que se muerden la cola previamente a ser ahumados, la forma de conservación que emplean

Mujer ahumando los pescados «puka puka» recién capturados en el lago Tanganica en el pueblo de Kasasa

Barcas de pescadores en el puerto de Mpulungu

El puerto de Mpulungu en hora punta

Poblados de pescadores en la orilla del lago Tanganica

Estas bombas manuales son el sistema más empleado en esta región para obtener el agua, que luego transportan en calderos sobre la cabeza

A nuestro paso por los poblados, los niños nos rodean y nos siguen, difícil pasar desapercibido

Tostando unos cacahuetes con los niños de la parroquia de Mpulungu

Imagen con los sacerdotes de Mpulungu, los cuales nos permitieron acampar en las instalaciones de la iglesia
Recomendados por ellos, las próximas dos noches las haremos en la iglesia de Mbala con los curas Clemente y Bernabé. Allí pasaremos la Noche Vieja de forma muy humilde, cenando unos espaguetis y para las 9 de la noche en la tienda de campaña. Si el final de año fue digno de asilo, nuestro objetivo del día 1 de enero es empezarlo con fuerza visitando la impresionante cascada de Kalambo, a la cual, casualidades del destino, organizan una excursión gratuita ese primero de enero para que la gente las conozca. El río Kalambo sirve de frontera natural entre Zambia y Tanzania y se precipita al vacío más de 200 metros, lo que la convierte en la segunda cascada más alta de África, un título que supuestamente también ostentaban las cascadas de Maletsuyane en Lesotho, que también visitamos. Sean las segundas o las terceras más altas, lo que está claro es que su visita merece mucho la pena. Al día siguiente, tras esta breve pero intensa estancia en Zambia, la cual nos ha dejado muchas ganas de volver a este país por lo abierta y tranquila que es su gente, cruzaremos a nuestro siguiente país, Tanzania.

Cascada de Kalambo, frontera natural entre Zambia y Tanzania

Bea al borde de la cascada de Kalambo
Hola pareja ,acabo de leer vuestro relato y la verdad que estoy orgullosisima de como estáis llevando esta gran aventura porque gracias a Dios que os está acompañando en el gran intento de conseguir vuestro objetivo ,aunque de verdad que os echamos mucho de menos .Gracias a esas Buenas gentes que os hacen más llevadero vuestro día a día . Un beso muy fuerte para los dos y hasta la próxima.
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Muchas gracias Juani!! El recibimiento que tuvimos en Zambia fue increíble y nos encantó!!! Volveremos seguro.
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Como siempre me has dejado con la boca abierta Fernán, cuantas experiencias alucinantes y maravillosas. Seguir disfrutando y ala Madrid 😏
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Gracias!! La verdad que lo estamos pasando de maravilla! El relato de Tanzania te gustará también! Un besazo
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