Continuamos con nuestro crucero en autobús de 5.300km por la Panamericana desde Quito hasta Santiago, aprovechando para dormir durante las noches dentro del buque de dos pisos para amanecer en un puerto diferente cada mañana. El menú a bordo lo ponen los múltiples vendedores que aprovechan cualquier parada del autobús para salir de la nada, subirse y vendernos sus productos. Igual da que se pare en el centro del pueblo que en medio del desierto de Tacna de madrugada, parece que el propio paisaje crease estos vendedores a nuestro paso. Es así como nos enteramos de que nos aproximábamos a Chile, el menú y el acento cambiaba.
Entre sesiones de filosofía barata observando las dunas de arena y pueblos inverosímiles llegamos a Arica, la primera ciudad chilena según cruzamos la frontera. Dedicamos cinco largas horas a recorrer esta población que parece una ciudad rusa del interior adornada con banderas chilenas. En la playa sobran toneladas de basura, neumáticos, plásticos y trozos de metal, malos embajadores para un visitante recién llegado de las prístinas playas del norte de Perú. Solo faltan los submarinos nucleares rusos y los textos en cirílico. Bromas aparte, el elemento más famoso de Arica es un peñón denominado El Morro de Arica, al que no subimos porque Lorenzo no perdona. Desde allí se deben tener buenas vistas de la ex-isla (ahora península) de El Alacrán y del resto de la ciudad.

Playa de Cavancha, Iquique
Con el listón de Arica enterrado a medio metro del suelo llegamos a Iquique, que nos sorprende por ofrecer muchos más planes al visitante. El perfil costero del norte de Chile se caracteriza por no tener apenas una superficie llana en la costa y subir en seguida a un altiplano mil metros por encima del mar, denominado pampa. Es por ello que en Iquique, ubicado a nivel del mar, ya no entren físicamente más casas y se haya creado una población dormitorio en la pampa (con la estética ariqueña) llamada Alto Hospicio.
En Iquique visitamos la Salitrera de Humberstone (accesible en los buses que van a Pica), patrimonio cultural de la UNESCO por representar un modelo social muy particular, que en otros lugares se llama esclavitud. La historia del salitre, también conocido como nitrato de Chile, comienza en la segunda mitad del siglo XIX cuando se descubre sus beneficios para la agricultura como abono químico. Los ingleses dominaban su comercio exterior con un tipo de colonialismo muy particular y probablemente exclusivo de esta zona. Cuando Perú decidió subir los precios del salitre, los chilenos (con la vista atrás de los ingleses) decidieron aprovechar su superioridad militar para hacerse con buena parte de Perú y Bolivia, en lo que ahora es el norte de Chile y de este paso hacerse dueños del salitre, que venderían a los británicos. Era tan importante el comercio del salitre que llegó a representar el 60% del PIB chileno. Las salitreras eran pueblos creados en la pampa poblados con desgraciados a los que habían engañado en otros lugares de Chile con promesas de trabajo bien pagado, vivienda y educación para sus hijos. No me quiero imaginar la cara de estas personas al llegar a las salitreras venidos desde el verde sur.

Salitrera de Humberstone, Iquique

Plantas de tratamiento del nitrato de Chile, salitrera de Humberstone
La jornadas interminables de trabajo se pagaban con boletos de comida que solo podían canjear en la tienda de la propia salitrera, a precio inflado y con básculas trucadas para llenar aún más los bolsillos de los propietarios. En 1907 los obreros se unieron en contra de estas condiciones inhumanas en la «Huelga de los 18 peniques», en honor a una de sus reivindicaciones para que les pagasen 18 peniques británicos en lugar de con boletos de comida. Sus otras reivindicaciones eran mejorar las condiciones de seguridad de las salitreras, donde muchos de los obreros sufrían accidentes muy serios y que se instalase una báscula y tara en la tienda para que un kilo no fuesen 700 gramos. Al parecer estos motivos no fueron lo suficientemente justos para el ejército chileno, que disolvió la huelga a golpe de ametralladora acabando con al menos 126 trabajadores en la Matanza de la Escuela de Santa María de Iquique. Según nos cuenta el conductor del vehículo que nos lleva de vuelta a Iquique en autostop, el ejército de Chile ha ganado unas cuantas batallas; casi siempre contra su propio pueblo en relación a esta matanza y al golpe de Estado y purga de opositores de Pinochet.

Calles de la salitrera Humberstone, Iquique

La vida transcurría entre la mina y la vida en pueblos creados rodeando a la mina
A la vuelta a Iquique nos damos un chapuzón en la popular playa de Cavancha, ignorantes de las casi 25 horas de bus que nos quedan a Santiago. De nuevo y en menos de dos meses, el autobús en el que viajamos se queda tirado en la carretera. El reembolso íntegro de los billetes de bus ante estos eventos es un buen germen para otros viajes: esta vez tiraremos hacia el sur de Chile.
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