Aprovechando una mayor «cercanía» a Iguazú desde mi residencia actual en Santiago de Chile, decido conocer esta diferente y tranquila región.
Sin duda las cataratas de Iguazú son una razón más que suficiente para conocer la región de Misiones. El río Iguazú con sus 1.700m3/s de media y ¡46.000m3/s de record histórico en 2014! hace frontera natural entre Argentina y Brasil. Cerca de la ciudad argentina de Puerto Iguazú, y también desde su homóloga brasileña Foz de Iguazu se pueden visitar las cataratas. Un montón de servicios de autobuses, los dos aeropuertos (uno en cada país vecino), hoteles y restaurantes facilitan bastante las cosas al visitante a cambio de tener que pagar por casi todo.
Desde el aeropuerto de Puerto Iguazú me junto a un grupo de estudiantes portugueses para compartir el taxi a las cataratas (única forma de llegar directo desde el aeropuerto que no sea caminar un par de horas). La visita a las cataratas se puede hacer perfectamente en un solo día y recorriendo todos los caminos habilitados en el Parque Nacional. Mi recomendación para evitar en cierto modo la multitud de visitantes es empezar por el Camino Superior, Camino Inferior, cruzar a la Isla de San Martín (si se puede), Garganta del Diablo y finalmente darse un baño en el Salto de Arrechea. Lo más impresionante para mí fue claramente la Garganta del Diablo y haciendo la visita en este orden se conseguirá que todo nos vaya sorprendiendo cada vez más. Tuve la suerte de cruzar en el primer barco del día a la Isla de San Martín (incluido en el ticket normal al Parque) y las vistas desde allí merecen mucho la pena. Este trayecto en barco está habitualmente cerrado al público aunque aparentemente han empezado a dar este servicio nuevamente.
Tras la visita a la cataratas voy al cuchitril de hostal que he reservado por 6 euros con desayuno incluido y derecho a cocina. Comentando las «virtudes» de este hotel conozco al bilbaino Josu, que nostálgico de haber vivido en esta región por amor a una mujer hace más de una década vuelve por estos lares. Nos echamos unas cervezas por el centro de Puerto Iguazú hablando de viajes pasados y decidimos conocer al día siguiente la presa hidroeléctrica de Itaipú en el vecino Paraguay. Para llegar a la ciudad fronteriza de Ciudad del Este (Paraguay), se puede tomar un bus en Puerto Iguazú (Argentina) que nos lleva directos y esperando en las respectivas fronteras a que nos pongan el sello en el pasaporte. Desde Ciudad del Este existen autobuses hacia la ciudad de Hernandarias, e indicándole al chofer que vamos a la presa de Itaipú nos parará en la carretera como a solo 1km del Centro de Visitantes de la presa. Vale la pena saber que desde el lado paraguayo de la presa las visitas son gratuitas, mientras que desde el brasileño no.
La presa de Itaipú con 14GW de potencia es la mayor central de generación eléctrica del mundo en cuanto a producción de energía se refiere, mientras que la de las Tres Gargantas de China a pesar de su mayor potencia (22GW) produce menos horas. Las dimensiones de esta central monstruosa hacen que merezca la pena su visita dada la cercanía a las cataratas (a unos 45km). Dispone de 20 turbinas de 700MW y 6.500 toneladas cada una que se tragan 700m3/s de agua por tuberías de 10m de ancho y con una caída de 196m. Abastece la totalidad de la energía eléctrica consumida en Paraguay, el resto lo consume directamente Brasil.
Tras la visita a la central de Itaipú conocemos las cataratas de Monday, también en Ciudad del Este, muy bonitas pero que al compararlas inevitablemente con las que vi el día anterior son más modestas.
El día siguiente continuamos la ruta por Paraguay para conocer las ruinas jesuíticas de «Santísima Trinidad del Paraná», quizá la mejor conservada de las 30 misiones que los jesuitas fundaron en esta zona. Los jesuitas supieron muy bien como convencer a la población indígena guaraní para construir con su fuerza estas ciudades de piedra roja y plazas centrales cuadradas y además convencerles de su fé. En el caso de esta misión, un par de jesuitas españoles gestionaba la vida y obra de 5.000 guaraníes, hasta que en 1767 el rey de España Carlos III los expulsó del Imperio. Entonces estas misiones se saquearon y abandonaron y fueron pasto del bosque tropical hasta que ya en el siglo XX comenzó su recuperación.
Esa noche dormimos en Encarnación (Paraguay) a orillas del río Paraná. Tras buscar sin suerte un buen sitio para cenar nos comemos unas empanadas y volvemos al hostal. Allí conocemos a un boliviano que nos deja absortos con sus historias trabajando de Casco Azul de la ONU en la República Democrática del Congo. Sus historias documentadas con fotografías que nos enseña en su portátil de los «acuerdos» entre él mismo cuando trabajaba para la ONU y los rebeldes congoleños (acusados de masacrar y violar a la población civil) darían para un buen documental de la BBC…
En Encarnación lo mejor que se puede hacer es visitar el mercado, comer en la calle y no dejarse poner nervioso por los muchos buscavidas que allí frecuentan. Cruzamos en moto el puente entre Encarnación y Posadas (Argentina) para acometer el último trayecto hasta San Ignacio, donde también hay ruinas jesuíticas. Esta parte de Argentina, la denominada Misiones, contrasta mucho con la imagen mental de Argentina que muchos llevamos en la cabeza. En esta zona existe mucha población indígena y un alto grado de pobreza. Allí en San Ignacio me despido de mi amigo Josu, y mientras que él continua su viaje hacia Bolivia y posteriormente Chile (donde espero volverle a ver), yo continuo hacia Puerto Iguazú para tomar el vuelo hacia Santiago. ¡Han sido pocos días de viaje pero muy bien aprovechados!
Desde luego vocación de expedicionista no te falta,las ruinas espectaculares y gracias a Dios que siempre encuentras amigos.
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