Un hecho que vengo observando en las últimas incursiones en alguna escuela deportiva de cierto renombre es la masificación y deterioro del estilo de una buena parte de sus asiduos: jaurías de perros sueltos, papeles «enmarronados» como para escribir juicios sumarios, colillas en el suelo e incluso en agujeros de la roca, niños a pie de vía sin casco y un cada vez más agobiante ruido como para no echar de menos el tráfico de la ciudad. Es por ello, que cada vez es más gratificante encontrar «islas donde naufragar», como canta el maestro Sabina. Afortunadamente, en nuestra cercana Sierra de Cantabria todavía queda un buen archipiélago.
Hace ya unos cuantos años, al bajar de escalar con un resacoso Simón Elías de la «Corazón Partío», su mirada se fijó en el Pilar Oriental del Palomares, quizá la última gran pared sin tocar de esta Sierra. Una aproximación incierta, pero con certeza de acabar como tras un combate contra dos tigres de Bengala por la cantidad de arbustos, la ha mantenido libre de aperturas hasta la fecha. Las primeras incursiones fueron armados de serrotes con la idea de abrir una senda para facilitar el acceso. Pero, por qué facilitar las cosas y podar esos vigorosos bojs si eso restaría autenticidad a la experiencia. Dejamos los bojs tranquilos y cambiamos los serrotes por recios pantalones vaqueros «made in La Solana (Spain)», sin duda la mejor opción.
La vía comienza por una fisura de manos y dedos ligeramente desplomada en torno al 6c, protegida a caldo con cacharros y que permite calentar algo antes de la sección más intensa, aunque pasable en A1 de la vía (7b+). Una cómoda reunión nos presenta frente a un «fino» 6a+ de travesía, en el que Javier valoró sus tobillos la semana antes de marchar a Chile y decidió poner su única chapa. El tercer largo es un precioso 7a de agujeros de roca calidad Sputnik, en el que merece la pena llevar unos gatos un poco ajustados. Al llegar a la base del cuarto largo se vislumbra la fisura diagonal, aquella que iluminaba aquel día esos rojizos ojos de Simón. El largo es mejor de lo que nos habíamos imaginado. Tras un inicio sencillo gana verticalidad, y los pies precarios combinados con la autoprotección en la fisura de dedos lo convierten en uno de los mejores largos que hayamos escalado en esta Sierra (7a+, 45m). La bajada se puede hacer a pie por la canal hacia el W o con tres cómodos rápeles.
Sin duda esta vía ha sido una buena isla donde naufragar. Las vistas de sus islas cercanas alimentan nuestros sueños…