Como fugitivos elegimos la frontera menos transitada para acceder a Tayikistán desde Uzbekistán. El requisito de registrarse en la policía uzbeka cada noche en el hotel no lo hemos cumplido ya que hemos acampado libremente la mayor parte de las noches, bajo pena de multa de 1.000 euros y deportación. Así, cuando nos aproximamos con paso decidido a la policía en la frontera de Kokand, intentamos suavizar el ambiente hablando con ellos de fútbol. Lo poco que da nuestra conversación sobre este deporte sirve para que se enciendan hablando del Real Madrid y el Barcelona, olvidando mirar por su parte los dichosos registros de los hoteles. Con mucho alivio alabamos salir indemnes de este pequeño asunto y poco después ya estamos emocionados de conocer las montañas y gentes tayikas.
El primer día en Tayikistán será una demostración de hospitalidad en grado sumo. El conductor del primer vehículo que nos levanta en la carretera haciendo autostop, al no podernos llevar al lugar al que nos dirigimos, nos da el equivalente a 5 euros para que continuemos viajando: algo así a un “crowdfunding” a lo tayiko. Los siguientes chicos que nos recogen de la cuneta nos llevan a Khodjent, la segunda ciudad del país. Nos preguntan si hemos comido, justo antes de llevarnos al mejor restaurante de la ciudad y solicitar una sala privada para invitarnos a comer. Bien comidos y con más de 40ºC recorremos las mezquitas y el exótico mercado de la ciudad, donde las vendedoras nos piden que las fotografiemos sin casi dejarnos avanzar. Esa misma tarde, intentando escapar del calor asfixiante de Khodjent, tomamos la opción fácil, que es tomar un transporte público para ir a Istaravshan. Así conocemos a Parviz, quien pocos minutos después nos invita a que compartamos tiempo con su familia y a que nos quedemos a dormir en su casa de un pueblito de las montañas. Aceptamos su invitación al tiempo que le decimos que nos deje primero una hora para dar un paseo por Istaravshan, antes de ir juntos a su casa. Mientras callejeamos por las calles de esta ciudad, el mismo sentimiento que gozamos en nuestro mes por Sudán nos envuelve. Los niños nos saludan y preguntan nuestro nombre con una sonrisa. Una niña de unos ocho años le regala un ramo de rosas recién cortadas a Bea y una familia que nos ve pasar por la calle nos invita a un auténtico banquete en su casa. Todo esto en una hora. Cuando nos juntamos con Parviz y vamos a su casa, un nuevo banquete de hospitalidad nos espera. Tumbados en el colchón en el patio de la casa de esta familia y bajo un techo de estrellas, nos dormimos dulcemente sabiendo que nuestra estancia en este país será memorable.

Le regaló el ramo de rosas a Bea en Istaravshan
Desde el norte de Tayikistán nos aproximamos a las montañas Fann, cuyo techo, el monte Chimtarga, alcanza los 5.489m. Comenzamos por la zona del lago Iskanderkul, recorriendo unos 20 km a pie a través de un precioso valle entre montañas por un sendero diseñado por las vacas, las cuales olvidaron construir un puente para cruzar un río demasiado caudaloso en esta época del año. Con ganas de más montañas sacamos el dedo pulgar a relucir hasta el valle de Ansob, también en las mismas montañas Fann, pero esta vez con paredes de roca mucho más verticales, que se proyectan hasta 2 km sobre los pueblos de este valle.

Lago Iskanderkul en las montañas Fann

Picos de las montañas Fann

Tres generaciones en Mersab, valle de Ansob

Paredes impresionantes de caliza en el valle de Ansob

Tayikos en el pueblo de Ansob
Probablemente, el atractivo más interesante para los viajeros en Tayikistán sea el de recorrer la Pamir Highway, la segunda carretera más alta del mundo -hasta 4.650m-, la cual fue diseñada para conectar los escasos asentamientos humanos de la cordillera del Pamir, cuyo techo es el pico Comunismo de 7.495m. Para acceder al Pamir tenemos que conseguir en la capital, Dusambé, un permiso específico, el GBAO, que nos autorice a entrar en esta región. Con este motivo, recalamos en esta ciudad unos días, que además nos sirven para recuperar energías. Analizamos nuestras posibilidades de hacer autostop en esta ruta y finalmente decidimos tomar un transporte público hasta Khoroj, para así quitarnos 600 km de precariedad en una carretera poco transitada. Esa era nuestra idea. Sin embargo, el transporte público en el que nos montamos se estropea a poco más de 10 km de partir. Como todavía no hemos pagado el billete, sacamos nuestras mochilas del maletero y cambiamos el planteamiento: haremos autostop en la Pamir Highway, uno de los retos “gordos” para viajar en este estilo por el aislamiento del lugar, por la ausencia de vehículos y por el hecho de que la mayor parte de los vehículos que pasen sean taxis. Todo esto se complica más siendo dos personas en lugar de una. En contra de lo que habíamos pensado, los tramos en autostop de la primera jornada se suceden sin demoras de más de un cuarto de hora entre vehículos hasta llegar Kulob. Allí, una bofetada de 42ºC nos sacude en la cara. Mientras esperamos en la pequeña sombra de una señal de tráfico a que algún alma caritativa nos saque de este horno, el mismo vehículo que habíamos tomado esa mañana y que se había estropeado pasa a nuestro lado pitándonos. Parece que la avería la resolvieron pronto… Apenas un par de minutos después, un vehículo que va en sentido contrario da un giro de 180º y nos invita a llevarnos -probablemente compadeciéndose de nosotros-. Será un auténtico golpe de suerte, ya que nos acercarán hasta el puesto de control policial que da acceso al Pamir, probablemente, el mejor lugar para hacer autostop, ya que todos los vehículos tienen que parar obligatoriamente, dándonos la posibilidad de hablar con todos los conductores sin que nos rechacen pisando el acelerador. Incluso, los policías piden a los conductores que nos hagan un hueco. Así, tras una hora de espera, un vehículo de alquiler de unos turistas rusos, Arvin y Natalia, será el gran golpe de suerte del día. Con ellos haremos el “dedo” más largo hasta la fecha, de casi cuatro días con ellos a lo largo de la Pamir Highway y el valle del Wakhan. Además, a diferencia de lo que supondría hacerlo en camiones o vehículos particulares, estos chicos tienen el mismo interés que nosotros por parar a disfrutar del paisaje que esta carretera tiene que ofrecer.

Afgano de vuelta del trabajo

Carretera del lado afgano cortada por la crecida del río
Desde poco después de Kulob, el río Pyandzh sirve de frontera natural entre Tayikistán y Afganistán, hasta tal punto de que es posible mantener una conversación con los afganos de la otra orilla sin alzar demasiado la voz. Sus poblados de casas de adobe y techos planos, que se mimetizan con el paisaje, se encuentran a décadas de desarrollo de sus vecinos tayikos. Desde algunas casas las mujeres afganas nos miran con prismáticos, mientras los niños y los burros juegan en las playas fluviales de este río. Conforme vamos siguiendo este mismo río curso arriba las escenas de vida cotidiana afgana nos acaban interesando más que las impresionantes montañas que se levantan encima. En Murgab, una ciudad desoladora levantada a 3.600m, hacemos una parada en la ruta. Su mercado construido con contenedores de barco y sus calles polvorientas dan una idea de lo diferente que puede ser vivir en este lugar. En Murghab coincidimos con Roy, un chico británico que conocimos en el hostel de Dusambé, quien nos informa de que en pocos días se celebrará una competición tradicional de caballos en el vecino país de Kirguistán. Hacemos cuentas mentales y vemos que es viable asistir. Solo tenemos que atravesar el puerto de Ak-Baital y disfrutar del lago Karakul antes de conocer el lado norte de la cordillera del Pamir.

Mujeres afganas observándonos desde su casa de la otra orilla

Langar, el último pueblo del Wakhan justo antes del puerto que da acceso a Alichur

Gasolinera en Langar

Puerto a 4200m después de Langar, uno de los puntos más complicados para hacer autostop (nosotros seguíamos en el coche de los chicos rusos)

Puerto de Ak-Baital a 4655m

Lago de Karakul
Tayikistán es claramente montañas, pero para nosotros definitivamente ha sido más su gente, esto es lo que hace que nuestro paso por este país haya sido tan especial.