Zanzíbar

Es fácil darse cuenta de que no has parado mucho, cuando te quedas sin hojas en blanco en el pasaporte y toca renovar uno nuevo a mitad de viaje. Ante esta eventualidad, no dudamos un instante en solicitarlo en la embajada española de Dar Es Salaam y aprovechar el par de semanas de espera, dándonos unas “vacaciones” en el vecino archipiélago de Zanzíbar.

La historia de Tanzania y de Zanzíbar, esta última, como parte de su territorio, es muy reciente. La unión federal entre las colonias británicas Tanganica y Zanzíbar ocurrió en 1964, poco después de haberse declarado independientes. Algún ilustrado con imaginación combinó los nombres TANganica y ZANzíbar (del persa zangi-bar -costa de los negros-) para crear Tanzania, su actual denominación. Sin embargo, la historia de Zanzíbar es mucho más longeva. Puerto seguro en el Índico para navegantes, comerciantes de especias, marfil y esclavos, el conjunto de islas, estratégicamente ubicadas, ha estado poblado de forma continua durante más de 20.000 años. La islamización de este archipiélago se produjo en el siglo XII con la llegada de los árabes y no fue hasta el siglo XV, con la expedición de Vasco de Gama, cuando los portugueses se apoderaron de las islas durante casi dos siglos, hasta que el Sultanato de Omán tomó posesión. Fue durante este periodo de dominación omaní (todavía hoy hay más productos omaníes y de la península arábica que de la Tanzania continental) cuando Zanzíbar fue uno de los centros principales del tráfico de esclavos del Índico. Como ya constatamos en el lago Tanganica, en Ujiji, los esclavos eran capturados por los omaníes/árabes en el interior del continente africano. Para ello, se ponían del lado de los ganadores en los enfrentamientos tribales y, así, los perdedores eran atados por el cuello y puestos en marcha durante semanas hasta ser embarcados hacia Zanzíbar. Este negocio tan rentable lo combinaban con el tráfico de marfil, generando una riqueza enorme en Zanzíbar; prueba de ello, las sólidas edificaciones de piedra que quedan en Stonetown, su capital.

Llegamos a Stonetown a la caída de la tarde, en el último ferry del día desde Dar Es Salaam. Mientras buscamos un hotel para quedarnos, las vistas de una ciudad que mira al mar -con un estilo que a veces puede recordar a Cádiz o La Habana-, nos hace pensar que estaremos más a gusto de lo que inicialmente pensamos que solo sería un destino de playa. Cuando atardece, una multitud de puestos de comida afloran en el paseo marítimo, con una gastronomía con fuertes influencias del medio oriente; mientras, los chavales del pueblo compiten a ver quién es capaz de saltar de forma más elegante desde el malecón y en la zona que menos cubre. Turistas y locales celebran lo próximos que están estos gimnastas de romperse el cuello al tirarse de cabeza/plancha desde 4 metros de altura con una profundidad de agua que apenas llega al metro. Por otra parte, el interior del Stonetown histórico es un zoco en sí mismo, con callejuelas laberínticas y mercados abarrotados de gente. Cada mañana, los pescadores descargan el pescado en el puerto y lo distribuyen en bicicletas por toda la ciudad. Ese olor a pescado te impregna la piel y hace que la mayor parte del día huelas a chicharro viejo.

Descarga de pescado en el puerto de Stonetown

Descarga de pescado en el puerto de Stonetown

Reparto de pescado en Stowntown

Reparto de pescado puerta a puerta

Tráfico de pescado en Stonetown

Tráfico de pescado cada mañana

Vida cotidiana en Stonetown

Vida cotidiana en el centro

Callejuelas de la barrio viejo de Stonetown

Callejuelas del barrio viejo

Cada tarde algunos jóvenes de Stonetown nos deleitaban con saltos imposibles a muy poca profundidad

Cada tarde algunos jóvenes nos deleitaban con saltos imposibles a muy poca profundidad

Desde Stonetown tomamos un “dala dala”, el equivalente tanzano a la “chapa” mozambiqueña o minibús zambiano, hasta Nungwi, en el extremo norte de la isla. Un camino polvoriento lleno de baches y con basura a los lados nos da la bienvenida al “paraíso terrenal”. Tras buscar el sitio más económico del lugar, habitación doble con baño privado a 50 metros de la playa por unos 12 euros, nos damos un merecido chapuzón en las aguas turquesas del Índico. El primer hecho que nos llama la atención desde el agua es la cantidad de masáis vestidos con sus atuendos típicos (túnicas rojizas, daga y porra en la cintura) que acompañan en la arena a los, en realidad a las, visitantes extranjeras. Este hecho es llamativo porque, en primer lugar, los masáis han habitado tradicionalmente la zona interior de Tanzania y Kenia, nunca la costa. Por otra parte, la cultura masái, desde la óptica occidental actual, sería tachada de arcaicamente machista. En este sentido, por ejemplo, la mujer no dispone de bienes -su marido lo hace a cambio- y a la mayoría de las mujeres masái se les practica la ablación de clítoris (algo que, por cierto, también ocurre en gran parte de este continente no solo por ser masái). Por estos hechos, es curioso que aquí los masáis estén al completo servicio de las mujeres blancas extranjeras con independencia de su edad, físico y edad, en lugar de justo lo contrario que ocurre en su cultura.

Pronto nos damos cuenta de que la mayor parte del turismo en Nungwi es de italianos, los cuales copan los principales hoteles y restaurantes de estilo europeo. La playa oeste de Nungwi, de un blanco nuclear y aguas tranquilas, está bordeada por complejos hoteleros para todos los bolsillos. En la playa hay una buena cantidad de buscavidas que venden desde pulseras y masajes a todo tipo de tours. Cuando se busca la tranquilidad, pueden resultar tan agradables como las llamadas de Jazztel a la hora de la siesta. Sin embargo, la costa este de Nungwi se queda para aquellos que quieran caminar un poco a cambio de una mayor tranquilidad y una belleza, ahora sí, paradisiaca. Uno de estos buscavidas nos cayó gracioso y nos convence para llevarnos a hacer snorkel a la reserva marina de la isla de Mnemba. En realidad, para que nos dejase tranquilo le soltamos un precio ridículo, que increíblemente nos acepta, dejándonos sin posibilidad de renuncia. Poco amigos de los tours (el segundo que hacemos en 4 meses de viaje), no nos defrauda en absoluto por la cantidad de peces y coral en buenas condiciones que podemos disfrutar. Este día de snorkel será la antesala de que un par de días después, coincidiendo con la llegada de mis primos y tía a los que también les apetece, hagamos el curso de buceo Open Water con la agencia local FUN DIVERS. Así, pasaremos los próximos 4 días estudiando sobre presiones y haciendo prácticas para saber cómo reaccionar ante situaciones de emergencia. Tanto nos ha gustado el mundo submarino, que al día siguiente de acabar el curso volvemos a la isla de Mnemba para conocer aquellos peces que viven más profundos que los que vimos el primer día haciendo snorkel. El fondo marino de esta isla es espectacular, con multitud de bancos de barracudas, peces de todos los colores y tamaños y un bosque de coral impresionante, que hace que nos sintamos como dentro de un acuario. La sensación de ingravidez que proporciona el buceo y la belleza de este mundo bajo el agua nos ha atrapado y lamentamos no haberlo conocido antes.

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Tortuga carey en la reserva marina de Mnemba. Cortesía: Cholo de Fun Divers

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Pez escorpión en Mnemba

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Bancos de peces en Mnemba

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Pez globo en Mnemba

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Con la tía Petra y los primos Fran y Carlos en la playa de Nungwi

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El espíritu escalador hasta en lo más plano

Volviendo a la tierra, nos resulta muy llamativa la gran impermeabilidad social que existe entre la playa, ocupada principalmente por extranjeros y la población local que vive a apenas 50 metros; musulmana en su mayoría y con gran presencia de burka. Quizá estos contrastes de la isla: clubs nocturnos frente a madrazas islámicas, basura frente a playas prístinas, tangas frente a burkas, hagan de Zanzíbar un lugar bastante peculiar y a la vez interesante para ser conocido.

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Playa de Nungwi al mediodía

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Vida a 50 metros de la playa de Nungwi

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Trasiego de pescado a pocos metros de los resorts turísticos

Los días en Nungwi discurren “pole pole” o, lo que es lo mismo, muy tranquilos, entrando en una calma que nos costaría abandonar. Tras despedirnos definitivamente de la familia al acabárseles sus días de vacaciones, nos dirigimos a conocer el extremo sur de la isla en Kizimkazi. Este pequeño pueblo de pescadores recibe la visita de muchos extranjeros, como nosotros, para poder disfrutar de nadar con delfines en libertad. Acampando en su costa, nos damos cuenta de que si no rompemos con esta vida isleña nos costará mucho esfuerzo enfrentarnos al día a día de viajar por libre en África. Así que, sin pensarlo demasiado, levamos anclas y regresamos al continente.

Nadando con delfines en la playa de Kizinkazi

Nadando con delfines en la playa de Kizimkazi

Ainhoa, la trabajadora vitoriana de la embajada española que conocimos al tramitar el pasaporte y con la que compartimos la misma pasión por los viajes, nos invita un par de días a dormir en su casa en Dar Es Salaam, pasando muy buenos ratos con ella. Recordamos con especial cariño la última cena en la que nos obsequia abriendo su “santa sanctórum”, un bote de pimientos del piquillo de Lodosa regado con aceite de Baena. Recuperados de fuerzas y energías, al día siguiente cruzaremos a Kenia, acercándonos un poco más a nuestro soñado Mediterráneo.

Con Ainhoa y Txiki en su casa de Dar Es Salaam despidiendo Tanzania

Con Ainhoa y Txiki en su casa de Dar Es Salaam despidiendo Tanzania

6 comentarios en “Zanzíbar

  1. Ya veo que seguís tan bien como siempre!!!. Disfrutando a tope de esta oportunidad que tenéis, y viendo un montón de lugares maravillosos. La verdad que Zanzíbar siempre es un sitio que me ha despertado interés y después de leer vuestra reseña me ha dado más ganas de ir. Este destino, y Madagascar, son dos sitios que tengo pendientes.. ;-)). Así que seguid pasándolo igual de bien, que somos muchos los que os seguimos y disfrutamos de vuestras peripecias. Nos vemos a la vuelta que hay una comida pendiente!!!

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    • Muchísimas gracias titán! Esperad a comprar el billete porque en el siguiente post os llevaremos a la zona más remota que hemos conocido de momento, llena de tribus sin domar y que pueden/deben visitarse antes de que la zona cambie. Una pista: lago Turkana de Kenia 😉

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