Lo primero que impacta al que va por primera a vez a los EEUU son sus tremendas medidas de seguridad en los aeropuertos, y el también tremendo tamaño de sus retretes, diseñados para acoger el tamaño del trasero de muchos de sus vecinos, y en alguno de los cuáles conviene sentarse con arnés de escalada para evitar un baño no deseado…
A lo largo de los últimos años he tenido la suerte de poder conocer desde dentro este gran país y sus gentes. Primero, conociendo la costa Este, más británica y lluviosa, y posteriormente viviendo un año en Utah, el escenario de tantísimas películas de John Wayne. Cansado de tanta caballería y tan poco indio, pasé otros cinco meses en el más relajado estado de California. En estos tres viajes he sentido que el pueblo americano es especialmente amable y hospitalario hacia los que acaban de llegar, y que su política exterior poco tiene que ver con la forma de ser de la mayoría de su gente. Sorprende la velocidad a la que se consiguen las cosas, no solo la comida a través de sus múltiples franquicias de comida basura, también el establecer amistades, que después de dos semanas parecen de toda la vida.
Poco sabía de los mormones antes de llegar a Utah, atraído por el rojo de su arenisca del desierto, sus torres y fisuras perfectas para escalar con la luz del atardecer, y su nieve polvo tan famosa. Sin embargo, es difícil no enterarse de qué va el mundo mormón tras un par de días en Logan, a dos horas al norte de Salt Lake City y con el noventa por ciento de su población mormona. Sus peculiaridades más interesantes son que se atribuyen ser los primeros habitantes de América, llegando en barcos directamente desde Israel (no sé qué lugar dejan a los nativos americanos), que todavía algunos de ellos practiquen la poligamia (su fundador Joseph Smith tuvo unas cuarenta mujeres y varias docenas de hijos), su oposición radical a la homosexualidad (muchos jóvenes se suicidan al no funcionarles las terapias psicológicas para «curarles», y su familia darles la espalda), que niños mormones bauticen a los fallecidos no mormones en su templos (un rito por el cual pronuncian el nombre de todos los muertos recientes no mormones para darles su oportunidad de salvarse, algo que también harán en sus templos en España con todos nosotros), y que no puedan tomar café porque tiene cafeína (aunque muchos se hinchen a Red Bulls con cinco veces el contenido en cafeína de un café). Si bien, la más dolorosa de sus rarezas es su negativa al alcohol, por la cual tienen limitada la cerveza al tres por ciento de alcohol en todo el Estado. Tal es esta negativa al alcohol, que en la universidad en la que yo estaba no se podía llevar una camiseta mostrando ninguna marca de alcohol, pero sí que era legal llevar un arma por el campus.
Tras despertarme llamando al timbre a la hora de la siesta un par de misioneros mormones (a los diecinueve años se pagan ellos mismos el coste de su misión que durará dos años para ellos, y año y medio para ellas, por la cual serán desplazados por la dirección mormona para convertir a más adeptos a su secta, principalmente en países en desarrollo), me hablaron de su «verdad». Les dejé un poco trastocados al decirles que si creían en Jesucristo y él bebió vino en la Última Cena, por qué ellos no bebían. Les hablé del lema riojano «in vino veritas»: en el vino, la verdad. Nunca más volvieron a darme la paliza.
Muchas son las diferencias entre el norte y sur de Utah, principalmente de su geología. En el norte, las sierras de granitos y esquistos regalan picos de hasta 4100m (Kings Peak) y llanuras como las del oeste del Estado, con lagos salados donde se prueban los vehículos más rápidos del mundo. La subida al techo de Utah la acometí desde el Wasatch National Forest, por una bonita ruta de poco más de cincuenta kilómetros que hice en solitario. Disfruté de los gamos y ciervos en la parte baja del recorrido y de un atardecer mágico en su cumbre en el que era consciente de que me tocaría vivaquear cerca de la cima con mucho frío.

Techo de Utah, Kings Peak (4123m). Un atardecer como esté en la cumbre me mereció un vivac «fresquito»

El norte de Utah ofrece numerosas escuelas de escalada deportiva de calidad. En la foto en la caliza vieja de Logan Canyon
El sur de Utah es lo que a mi parecer es la guinda de este Estado. Tomando como centro de operaciones Moab hice unas cuantas escapadas al Parque Nacional de Arches, famoso por sus arcos naturales de roca que desafiarían a Gaudí, y al Parque de Canyonlands, mucho menos frecuentado que el del Gran Cañón del Colorado, pero labrado por el mismo río y de una belleza sin igual. Aproveché la visita de mi hermano y de mi amigo Fernando Aretio para escalar en el Castle Valley y las Fisher Towers, dos destinos «únicos» para escalar a finales de diciembre. Afortunadamente, la poca humedad del aire del desierto y la ausencia de viento nos permitió escalar con algo de decencia la Castleton Tower a -10ºC, o en Fisher Towers un gélido 30 de diciembre a -14ºC. Aprovechando la ola de frío cruzamos las Rocosas hasta Ouray en el estado de Colorado para celebrar el fin de año escalando en sus magníficas cascadas de hielo. En esta localidad hicieron de las fugas de sus canalizaciones de agua una oportunidad de negocio, ya que cada año al congelarse atraían a los amantes de este deporte. Hoy día, hay encargados de enchufar mangueras con las que cultivan estas impresionantes formaciones de hielo.

Los hermanos en la aproximación a la Castleton Tower, que escalamos a finales de diciembre con -10ºC

Cumbre de la Castleton Tower, Utah, con un río Colorado (a la espalda) congelado

Vistas de las Fisher Towers, Utah

Javier escalando en Fisher Towers, Utah

En la «Incredible Hand Crack», una fisura de ensueño en Indian Creek, Utah

En una de tantas cascadas bellas de Ouray, Colorado

Haciendo el barranco Subway, Parque Nacional de Zion, Utah
Estados Unidos es un país de extremos, y por lo tanto, Las Vegas (Nevada) es el extremo opuesto a su vecina Utah. Pocas ciudades pueden producir unas sensaciones tan contradictorias. Por una parte, una cierta belleza lumínica y dinámica por las noches, y por otra, una sensación de despilfarro energético tan bestial. A las afueras de Las Vegas se puede disfrutar de otro tipo de aventuras, alejado de las tragaperras, los buffets y las limusinas en el parque regional de Red Rocks, un destino en sí mismo para la escalada tradicional, donde abundan vías de gran calidad y compromiso.
En los años sesenta y setenta el fenómeno OVNI comenzó por los extraños objetos voladores visibles en las cercanías del Área 51, una central de la Inteligencia para el diseño y prueba de nuevos aviones y armamento. Este lugar se encuentra a unas 200 millas (330km) del pueblo más cercano, en el medio de la mismísima nada del desierto de Nevada. Un cartel y unos guardias armados previenen de los curiosos que intenten acercarse. A este lugar vine con mi compañero de casa, profesor de literatura de ciencia ficción y otro colega suyo del mismo departamento, fuertemente ligados a teorías conspiratorias. Sin duda, uno de los viajes más friquis que he realizado en mi vida.

Escalando en Red Rocks, a las afueras de Las Vegas, un lugar donde se pueden buscar aventuras más auténticas que jugarse las perras en los casinos

Más perdido que un quinto en día de permiso. En el recientemente abierto casino Cosmopolitan de Las Vegas

A las puertas del Area 51, lugar donde comenzó el fenómeno OVNI, a 330km del pueblo más cercano

Música country y dándole millas en el desierto de Nevada

Surf en La Jolla, San Diego, California
Sin abandonar el desierto del oeste de los Estados Unidos, y ya en California se encuentra según los americanos el lugar más caluroso del planeta, el Death Valley. Separado por varias cordilleras en paralelo que frenan los frentes nubosos del Pacífico y en una depresión salina a menos de 85 metros bajo el nivel del mar se encuentra el Badwater, un horno en toda regla. Las temperaturas máximas registradas alcanzan los casi 57ºC en verano y 45ºC la mayoría de meses del año. Es un lugar de gran belleza que no parece de este mundo, y a mi parecer uno de los parques nacionales más interesantes de los Estados Unidos. Sin salir de California y con permiso de Yellowstone (en Wyoming) se puede disfrutar también de los parques nacionales clásicos Sequoya National Park y Yosemite, y de los menos visitados Lassen Peak, Joshua Tree, King’s Canyon y Crater Lake National Parks, lugares que hacen patente el culto del pueblo americano por sus lugares naturales, que intentan mantenerlos tan vírgenes como pueden.

Corriendo en el salar de Badwater, a -85m bajo el nivel del mar y lugar más caluroso del planeta. Era abril y ya hacía más de 40ºC

El Capitán (Parque Nacional de Yosemite), destino obligado para escaladores y destino doloroso si eres escalador sin equipo…

Atardecer en Joshua Tree National Park, cercano a Los Angeles. Los bloques de granito se levantan sobre la llanura del desierto. Estos árboles tan bonitos dan nombre al parque

Sequoya National Park, territorio de gigantes! Algunos de estos árboles tienen varios miles de años

Con la familia en el parque nacional de Crater Lake, al norte de California, un lago gigantesco en el cráter de un volcán

Bisontes en Yellowstone, Wyoming

Aguas sulfurosas hirviendo, Parque Nacional de Yellowstone
La Sierra Nevada californiana, algo más alta que su homóloga española, y con varios cuatromiles a sus espaldas esconde uno de los destinos más frecuentes entre amantes del boulder (escalada en bloque) y también de la escalada deportiva, el pueblo de Bishop. Aquí pasé varios días practicando, lo que llamé autostop de pared, es decir presentarme con un arnés y unos pies de gato a pie de pared, e ir conociendo gente y compartiendo las rutas que estuvieran escalando en el cañón de Owens River Gorge. Así pues, cada día podía escalar con 10 ó 15 personas diferentes, incluso compartí cuerda con uno de los grandes aperturistas norteamericanos, el mítico David Roberts escalando vías del también mítico John Bachar. Pagando el peaje de cocinar varias tortillas de patata después de escalar me dieron alojamiento distintos miembros de la comunidad escaladora que allí residían como Ryan y Elena, recientemente mudados a Mallorca atraídos por la belleza de la isla y quizá también por el deseo de más tortilla de patata. Es esta sencillez con la que se puede viajar en Estados Unidos la que hace que cuando uno esté por allí ya esté pensando en su siguiente viaje para conocer y escalar sus magníficos lugares.

Granito de calidad en Buttermilks, Bishop

Haciendo «autostop» de pared. Presentarse con un arnés y pies de gato, e ir conociendo gente y escalando las rutas en las que estén. En este caso ante la famosa «Pickpocket» abierta desde abajo y a vista por el mítico John Bachar, Owens River Gorge, Bishop

Mi peaje para conseguir alojamiento en Bishop, yo creo que con cuatro tortillas Ryan y Elena me dejaron dormir cuatro noches sin problemas