Malta, del fenicio Malat -puerto seguro-, sigue haciendo honor al origen de su palabra al no tener firmado el convenio de extradición con España y ser buen puerto para aquellos que no quieren pagar por sus fechorías… Como nunca se sabe si algún día cambiarán el código penal para inculpar por ejemplo a los que evitan el uso de chapas en sus aperturas de escalada, o a los que mezclan el crianza de Rioja con gaseosa, decidimos visitar este refugio Mediterráneo.
Ya desde el aire, las tres islas que conforman el país, Malta, Gozo y Comino intuyen un paisaje transformado por siglos de ocupación humana. Se cree que los primeros habitantes llegaron en el Neolítico y sucesivamente los fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos, árabes, aragoneses, españoles, franceses y finalmente británicos han ido dejando huella en su cultura. Sin duda, el impacto de los británicos es todavía muy visible en el idioma, ya que el inglés es junto con el maltés idioma oficial. Sin embargo, he de decir que la gente en su día a día habla maltés y que en muchos casos el nivel de su inglés puede recordar al de un habitante de un pueblo de la ribera del Ebro. El impacto inglés también lo sufrirá el visitante que alquile un vehículo, ya que se tendrá que adaptar a conducir por la izquierda en estrechas carreteras con muros de piedras que delimitan los terrenos agrícolas a modo de guarda-raíles.
La primera parada la hacemos en la Blue Grotto, una cavidad calcárea de dimensiones gigantescas en un acantilado sobre el mar a pocos kilómetros del aeropuerto. Desde el aparcamiento de esta cavidad también se puede acceder a uno de los sectores de escalada deportiva más conocidos de Malta, el Wied Babu. Este sector está conformado por un barranco con vías a los dos lados que muere en el mar. Predominan las vías de agujeros, y con formaciones de chorreras y estalactitas, que bien merecen una visita.
Después de probar los encantos de esta caliza nos desplazamos a la cercana localidad de Rabat para comprar combustible para el hornillo con el que cocinar. Uno de los problemas más típicos a los que nos enfrentamos a la hora de organizar un viaje de mochila en un país diferente es el de encontrar un combustible para cocinar. Al igual que con los enchufes, se podría escribir un tratado de los distintos tipos de conexiones de las bombonas de gas para hornillos, que varían entre país y país. Salvo que se trate de cocinar en un entorno hostil, como a gran altura o con ventisca, la mejor solución que he encontrado es un hornillo casero que fabrico en dos minutos con una lata de cerveza. Aparte de ofrecernos una excusa perfecta para probar las cervezas locales (en lata claro está), se puede usar cualquier tipo de combustible, desde alcohol para las heridas, gasolina, disolvente, o orujo del Monasterio de Valvanera. Esta vez nos decantamos por Metanol líquido, un excelente maridaje para cocinar pasta, o huevos fritos… Dormiremos en el aparcamiento de la ciudadela de Mdina, ciudad amurallada pegada a Rabat, que visitaremos la mañana siguiente. Sus calles y edificios, mudos a primera hora de la mañana desprenden olor italiano. Tras esta dosis mañanera de cultura nos ponemos el arnés para escalar en las Victoria Lines, cerca de la localidad de Mosta. Bea se decanta por unas vías de agujeros en caliza blanca como la leche, y yo por hacer un poco el murciélago en la cercana Surf Cave, con vías cortas y explosivas de calidad. Por la tarde y buscando un poco la sombra nos acercamos al sector de Mistra, ubicado en una canal cerrada de la bahía de St. Paul, donde se puede disfrutar de vías de continuidad sobre una caliza impresionante y además darse un buen baño en el mar.
Esa noche desplazaremos nuestro campamento al borde de un acantilado con preciosas vistas sobre un Mediterráneo jalonado de barquitos de pesca. Tan romántica visión se ve que era un cebo exquisito para los músicos enamorados, que a las cuatro de la mañana decidieron visitarnos y obsequiarnos con música pastelosa. Inequívocamente, por un delito como tocar esa música y despertar a los presentes a esas horas, estos personajes habrían buscado refugio en Malta huyendo de otro lugar. Nosotros también decidimos huir de la isla de Malta y cruzamos en el ferry a la isla de Gozo. Si la isla de Malta se puede atravesar en veinte minutos, en la de Gozo nos sobrarán diez minutos. Escalamos en el barranco de Mgar ix-Xini, un lugar bien tranquilo y que merece una visita, donde además se puede practicar psicobloc en la cercana bahía. Tengo claro que da más miedo caer al agua en un día nublado de otoño, que tener el último seguro a tres metros debajo de los pies, así que elijo aquellas travesías sobre el mar que prometen ser sencillas, evitando la exposición de mojarse demasiado.
La isla de Gozo esconde la joya de la Azure Window, un arco natural de roca esculpido por el viento salino y rodeado de acantilados. Nos pareció el enclave más singular de Malta, y en el que merece la pena detenerse un rato para disfrutar de las vistas. Esa tarde entraba una fuerte borrasca que nos acompañaría toda la noche y parte del día siguiente. Tras hacer un circuito en coche por Gozo volvemos a Malta para conocer su capital, La Valletta. Paseando por sus calles se puede ver el esplendor del que gozó como puerto seguro para navegantes, defendida con contrafuertes y nidos de cañones. Hoy en día es parada de cruceros, y al igual que otras ciudades en las que atracan, las inundan de gente con cámaras de fotos y sombreros panameños.
Dentro de un viaje siempre hay que tomarse vacaciones y llevados por ese glamour de los cruceros, reservamos una noche en un hotel de cuatro estrellas con cocina en la habitación y piscina cubierta por veintitrés euros, ventajas de reservarla a última hora. Habiendo dormido el resto de días en el coche de alquiler, hizo que la cama del hotel pareciese aún más cómoda. Al final todo es una cuestión de prioridades y de a qué nos acostumbremos. Supongo que el paso contrario, es decir, de pasar de hoteles de varias estrellas a dormir con muchas estrellas como techo debe ser mucho más traumático.

Salinas tradicionales (costa norte de Gozo). El oleaje llena las piscinas talladas en la roca arenisca y con el sol del verano se evapora el agua que libera la sal. Cada localidad dispone de sus salinas y se responsabiliza de su mantenimiento
La mañana siguiente escalaremos de nuevo en Wied Babu, donde quedaban algunas vías atractivas que no pude probar el primer día. Después nos daremos un buen chapuzón en un Mediterráneo encalmado en Golden Bay, bajo un tímido sol que corría hacia el horizonte. Paseando con un burek de queso por las calles de Mosta no podíamos evitar pensar que lo bueno se estaba acabando. Ahora ya sabemos que Malta es un buen refugio si cambiase el código penal y nos condenasen por comer embutido o carne en la intimidad, o hacer apología del tinto de verano.
En el siguiente link he colgado croquis de escalada deportiva en Malta: