Granada

Granada es otro pequeño país independiente insular del Caribe. Nombrada como Concepción por Cristóbal Colón en 1498, apenas duraría 20 años así en los mapas europeos, hasta que su similitud con la Granada nazarí, por sus sierras escarpadas y su clima tropical, acabaran cambiándole el nombre. Más allá de ubicarla en el mapa, los españoles no tuvieron mayor interés en esta isla y durante 150 años los indígenas que allí vivían no tuvieron que sospechar que esos navíos que veían pasar de vez en cuando terminarían asentándose en sus tierras: primero los franceses y luego los ingleses esquilmaron la totalidad de la población nativa de Granada y la repoblaron con esclavos africanos. Se introdujo el azúcar y también las especias, hasta convertirse en uno de los mayores productores mundiales de nuez moscada.

El fuerte siempre aplasta al débil y si franceses e ingleses acabaron con los indígenas, más recientemente EEUU aplastaría el gobierno socialista de Granada mediante una invasión militar con tropas estadounidenses en 1983 -conocida como Operación Furia Urgente-, por la que eliminó su gobierno justificándose en sus complicidades con la Cuba de Castro y la URSS.

Cuando llegamos a Granada, nada hace pensar que una tierra tan pequeña haya levantado tantas tensiones. Su capital, Saint George, recuerda a algún pueblo de pescadores del Cantábrico, con casas de colores que se levantan en torno al puerto y una torre de la iglesia que, como faro, recibe a las pequeñas barcas de pesca cada mañana. Después de la racha de acampada que hemos llevado en Trinidad y Tobago decidimos alquilar una habitación un par de días con las que ponernos al día con nuestras obligaciones laborales a la caída de la tarde. Disfrutamos de las playas de Anse-Rouge y Grand Ansé, por cierto, ambas con nombres muy poco originales ya que así las conocimos también en la isla de Reunión y en Seychelles. Además, sin la carga de la mochila al hombro, que en países tropicales resulta una verdadera penitencia, nos dirigimos a conocer el Grand Etang, un parque nacional del interior de la isla. Sorteamos la garita de los guardas para evitar pagar el peaje de acceso y nos adentramos en la espesura del bosque tropical. Orquídeas rosas de gran tamaño, helechos arborescentes y multitud de musgos conviven y disfrutan de las nubes cargadas de humedad que se agarran a estas montañas volcánicas. Pronto nos damos cuenta de que la ruta que inicialmente tenemos planteada está impracticable y de que la vegetación ha recuperado para ella esos palmos del sendero, así que decidimos subir al monte Qua Qua, por la misma arista del cráter del volcán, con impresionantes vistas del parque nacional. Volvemos a la carretera y haciendo autostop nos levanta en su vehículo un funcionario del ministerio encargado de los parques nacionales. – Menos mal que no le hemos dicho cómo hemos entrado a su parque bandera, nos decimos cuando nos apeamos. Para más inri, es un hombre muy simpático, que nos anima a dejarnos en el fuerte militar de Saint George para que lo conozcamos, aquel que franceses e ingleses se disputaron dejando chorros de sangre y varios miles de muertos. Muy cerca del fuerte se ubica la prisión del país, en la que los reclusos sacan sus brazos por las rejas y desde la que se oye algún chiflido cuando ven a Bea, o eso creemos.

Anse-Rouge, Granada
Grand Ansé una de las mejores playas de Granada
Saint George, capital de Granada
Parque nacional de Grand Etang
Grand Etang, un gran lago ubicado en el cráter de un volcán
Vegetación impenetrable en Gran Etang
Orquídeas silvestres en Grand Etang

Recobradas las energías cargamos de nuevo la mochila al hombro para circunvalar la isla y vamos haciendo paradas en autostop en Greenville, la que es la población más importante de la costa este de este país de apenas 125.000 habitantes. Cerca de Greenville visitamos la destilería de ron River Antoine, un vestigio del pasado por la forma en la que se opera. Se sigue utilizando la maquinaria original inglesa de más de cien años que funciona con la fuerza del agua. Para ello, tienen que abrir la espita de un canal y el chorro de agua acciona una enorme rueda de acero, que, como volante de inercia sirve para accionar una simple machacadora de caña de azúcar, con la que extraen su jugo. Mediante una serie de tuberías van llenando varios depósitos donde se genera una primera fermentación a temperatura ambiente, esto es a más de 30ºC. Posteriormente, el encargado del alambique alimenta a fuerza de madera una enorme caldera con la que se destila el ron, un ron que no dejan envejecer por la enorme demanda que tienen, a pesar de que su alto contenido en alcohol hace que esté prohibido subirlo a los aviones. Un montón de trabajadores son el engranaje de esta fábrica. Su mirada vidriosa da buena cuenta de las “fugas” de ron que se generan durante la jornada laboral. Catamos dos muestras de ron de más de 50%, con un sabor horrible a humo que se infiltra en el alambique, antes de continuar la ruta hacia el norte caminando por la cuneta y bajo un sol de justicia.

Destilería de ron River Antoine, aun operada por la fuerza hidráulica
Maquinaria original para machacar la caña de azúcar
Alimentando la caldera para destilar el ron, River Antoine

Así llegamos al Lake Antoine, un antiguo cráter inundado rodeado de plantaciones de plátano. Desde allí hacemos autostop para dirigirnos al extremo norte de la isla. Como suele ser habitual en este medio de transporte, sea por dificultad en la comunicación, sea por el afán de ayudar del que te lleva, acabamos quedándonos en un punto cercano, no demasiado bien comunicado; por lo que toca caminar. Fue así como llegamos a la finca de unos campesinos que se dedican al cultivo de especias. Nos enseñan los árboles de la nuez moscada y de la canela y nos dan a probar el chocolate puro que producen. Con este “tour” improvisado de especias, explicado con el cariño del que enseña las cosas por primera vez, -como diría León Felipe: “para enterrar a los muertos como debemos cualquiera sirve, cualquiera menos un sepulturero”, continuamos la ruta hasta Sauteurs.

Lake Antoine, en el norte de la isla de Granada
Fruto de la nuez moscada apunto de liberar su nuez

Sauteurs, traducido al español significa saltadores y es por este significado por el que decidimos acercarnos a este lugar. Fue aquí donde los últimos caribes decidieron saltar el acantilado antes de rendirse a los franceses, un suicidio colectivo al estilo numantino. Apenas una placa cercana al cementerio honra este lugar. Allí una mujer se dedica a explicar a los visitantes algunas de las peculiaridades del norte de la isla. Mientras charlamos con ella disfrutamos de la vista de alguna ballena que también salta en este lugar. Esa noche acamparemos en el acantilado en el mismo lugar donde los últimos nativos saltaron, hoy convertido en el cementerio del pueblo.

Acampando en los acantilados de Sauteurs
No siempre trabajar en un viaje tiene glamour y más viajando con tienda de campaña, en este caso robando wifi del banco para contestar e-mails

A la mañana siguiente continuamos la circunvalación de la isla hasta Duquesne, un pequeñísimo pueblo de pescadores en cuya playa se encuentran algunos petroglifos de los nativos caribes. Una docena de personas pescan al estilo africano desde la orilla con una inmensa red y que divididos en dos equipos van arrastrando con su propia fuerza la red hasta la orilla. Tras una hora de esfuerzo la recompensa es medio kilo de pescado a repartir entre todos. El vagabundo del pueblo, que ha descansado tranquilo durante toda la faena, aparece en escena justo cuando se reparte el pescado para cobrarse sus presas, mientras comentamos divertidos la jugada.

Pescadores en Duquesne, en la costa oeste de Granada
Petroglifos caribes en Duquesne, en la misma playa
Compañerismo entre pescadores, Duquesne
Playa de Duquesne, uno de los sitios que visitar en Granada
Escenas de pesca en Duquesne

En un último trayecto llegamos de nuevo a la capital, donde buscaremos un lugar tranquilo para acampar cerca del aeropuerto, al día siguiente seremos nosotros los que saltemos hasta San Vicente y Las Granadinas, otro país muy poco conocido.

Despidiéndonos de Granada y su colorida capital de Saint George

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