Hacia lo desconocido

Los alpinistas y otros amantes de lo inútil nos caracterizamos por nuestra mala memoria. Mala memoria entendida por la necesidad de tener que recordar cada poco tiempo la comodidad de abrir un grifo, tumbarse en una misma cama dos noches consecutivas o el sabor de una buena tortilla de patata, que estando en casa unos meses pasaríamos por alto. Fue así, desde un piso catorce de una torre de apartamentos cualquiera de Santiago de Chile, donde Beatriz -mi pareja- y un servidor incubamos la idea de dejar Sudamérica, donde llevábamos un año, volver a casa lo justo para no enraizar y lanzarnos hacia lo desconocido. Sin ninguna duda, recorrer África con mochila, incluso en la era de Internet, encarna la esencia del alpinismo: altas dosis de aventura y compromiso.
¿Por qué? Esta fue la pregunta más socorrida cuando transmitimos estos planes a nuestro círculo cercano. Dejar de lado la carrera profesional, una vida cómoda y el calor de los seres queridos por recorrer una línea imaginaria en un mapa es algo difícilmente entendible desde la lógica de la mayoría. Sin embargo, desde la perspectiva de los amantes de lo inútil, el plan no podía tener un mayor sentido: conocer desde dentro distintos modos de vida, atardeceres infinitos en la sabana, noches estrelladas desde la tienda de campaña, selvas y playas vírgenes y explorar montañas mágicas. Cuando le preguntaron a Mallory la razón de por qué subía montañas contestó: -Porque están ahí. Quizá este sea el motivo de la razón.
Retroalimentados por los magníficos Vagabundo en África de Javier Reverte y Devil’s Drive de Sir Richard Burton, dejamos de lado las guías de viajes convencionales y las sustituimos por un mapa de carreteras holandés lo suficientemente viejo y poco detallado para dejar muchos huecos en blanco por conocer. Elegimos la costa este de África desde Sudáfrica, para ir subiendo rumbo norte, como el Nilo hacia el Mediterráneo, evitando los conflictos abiertos en el Congo, Sudán del Sur y Somalia. Queremos aventura, pero valoramos más el pescuezo, algo por lo que nos tocará velar el próximo año largo que esperamos necesitar para esta empresa.
Decidida la ruta y explicados los motivos, la siguiente etapa es la de las dudas. Las dudas surgen cuando te despides de las personas que quieres y se despiden de ti como si no te volviesen a ver. Y es que, un “buena suerte hijo” suena muy diferente cuando vas a Europa que cuando vas a África, o las lágrimas de una hermana, acostumbrada a los sustos de sus hermanos, no brillan igual que antes. No sabemos lo que es marcharse a la guerra porque afortunadamente no lo hemos vivido, pero con estas despedidas uno puede hacerse una idea. Tras estos choques emocionales, cuando la noche cae y toca conciliar el sueño, la mente juega libre como un perro callejero y descansa de día. Afortunadamente, el sonido de los timbales africanos resuena profundo y nos envuelve: es la hora de empacar y partir.
El qué llevar a un viaje así es más sencillo de lo que parece, todo aquello que es esencial: tienda de campaña y saco de dormir, toldo para la temporada de lluvias, hornillo multifuel y cazuela, filtro de agua, navaja, anzuelo e hilo, botiquín, un par de mudas y un único par de zapatillas. Aparte de lo esencial, llenamos los huecos con un ordenador portátil de menos de un kilo para poder autofinanciarnos en la ruta y, allí donde podamos, realizar algún proyecto de cooperación que mejore en su medida nuestro paso por el camino. Contamos con un presupuesto que se basa más en la ilusión que en la realidad y todo lo que podamos conseguir en el periplo bien recibido será. Mientras hacemos la última revisión del equipo, la noche antes de partir, recibimos la llamada de la dirección del Club de Montaña Sherpa, – Contáis con todo nuestro apoyo y hemos decidido ayudaros en vuestra aventura-.

¡Bravo por los que ven el alpinismo más allá de las cumbres!

2 comentarios en “Hacia lo desconocido

  1. Desde luego vuestra aventura no penséis que no es de pensárselo bien pues vivir en esas condiciones os hace que vuestro riesgo os haga cada vez más duros y me alegro que por parte de los alpinistas tengáis esa ayuda y sobre todo que no os falte ese contacto que os pueda servir para que siempre tengáis alguien que os pueda sacar de algún apuro.Un beso muy fuerte y cuidaos porque esta familia quiere que volváis con la misma alegría con la que os fuisteis. Un beso muy grande para los dos

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