Australia, las antípodas

Aprovechando la cercanía de tener a mi hermano Javier estudiando en Sídney, decidimos hacer un gran viaje en familia para conocer la isla, o país, o continente australiano. Uno de esos viajes magníficos que se graban en la retina y se recuerdan más allá de fotografías enmarcadas sobre la mesa del salón.

No nos dejamos intimidar por la escala de casi un día en Seúl (Korea del Sur) y nos perdemos por algunos de sus rincones. Es impresionante el dinamismo de esta ciudad, cuyos edificios han crecido como el bambú entre los arrozales. Ya en el centro visitamos el templo budista de Bongeunsa de dimensiones vaticanas, y para sofocar el calor probaremos su gastronomía en un antro, en el que sin saber muy bien qué pedíamos, acabamos brindando con soju (una especie de sake caliente) con unos koreanos de la mesa de al lado. De nuevo, otro salto de avión de doce horas nos depositará en Sydney tan cansados y desorientados que dudamos hasta de nuestro nombre.

El templo Bongeunsa de Seul, escala activa en el vuelo a Australia

El templo Bongeunsa de Seul, escala activa en el vuelo a Australia

Los primeros días Javier nos hará de guía turístico en Sídney, una de las pocas ciudades a parte de Logroño en las que no me importaría vivir. A pesar de ser invierno, el sol brilla e ilumina la bahía con el famoso palacio de la ópera y su puente Harbour Bridge. El Paddy’s Market, probablemente su mercado más célebre, nos impresiona con su ajetreo de asiáticos regateando y exhibiendo frutas que inexplicablemente han llegado hasta aquí sin podrirse, después de varios miles de kilómetros en la bodega de los barcos. Estiramos las piernas en la bahía de Bondi Beach, una de las joyas de esta ciudad. El estilo de vida de la gente, muy relajado y orientado al tiempo libre, contrasta con los precios de este lugar, donde será difícil alquilar un estudio por menos de 400 euros (la semana), o comprar un kilo de tomates por menos de 7 euros… Dos explicaciones a esto se nos aparecen, o son muy productivos en sus cortas jornadas laborales, o su país es una enorme mina de materiales y recursos fósiles. A lo largo del viaje nos orientaremos más por esta segunda opción.

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El archiconocido palacio de la ópera de Sídney, uno de los proyectos de ingeniería más desastrosos de la historia en cuanto a desvío de presupuesto

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Con la familia en la bahía de Sídney

Tras un corto vuelo a Brisbane, a unos 1000 km al norte de Sídney, comenzamos la etapa más importante del viaje alquilando una furgoneta equipada con un par de camas y cocina, con la que recorreremos el trayecto hasta Cairns, en el norte de la costa este australiana. Haremos un tour para ver las ballenas jorobadas en Hervey Bay, supuestamente uno de los mejores lugares para ver este tipo de ballenas en el mundo, porque llegan aquí a cientos con el objetivo de socializar entre ellas. En una jornada avistaremos varias decenas de ellas acercándose y rozándose con nuestro barco para el deleite de los allí presentes. Fue una experiencia alucinante, como también el recorrer en un 4×4 conducido por nosotros la mayor isla de arena del mundo, Frazer Island. Tras hacer un cursillo breve de conducción en arena y completar en ferry el trayecto hasta la isla, desinflamos los neumáticos para conseguir mejor tracción y nos lanzamos por su arena. Encallamos unas cuantas veces en la arena y empujamos el vehículo en familia. Finalmente llegamos a una playa gigantesca donde esquivamos las olas y las avionetas que allí aterrizan. Nos pegamos un buen chapuzón en el lago McKenzie, de aguas cristalinas y nos refrescamos en sus aguas para la próxima etapa de conducción hasta el bosque de Eungella, que en aborigen significa «tierra de nubes». Allí madrugaremos para ver en sus aguas a los pequeños ornitorrincos, un engendro de la evolución, una creación de la época cubista del mismísimo Picasso.

Ballena jorobada en pleno juego, Hervey Bay

Ballena jorobada en pleno juego, Hervey Bay

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Lecciones de conducción sobre arena en Frazer Island, la isla de arena mayor del planeta

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Barco hundido en Frazer Island

Continuamos rumbo norte hasta Airlie Beach, una localidad muy cómoda y tranquila. Lo bueno de viajar con una furgoneta de este modo es que se dispone de total flexibilidad para elegir dónde dormimos y dónde comemos. Aparcamos en una playa muy tranquila y disfrutamos de un precioso amanecer mientras preparamos el desayuno. Paseamos por la playa mientras Irene saca fotos como si así pudiera parar tan bello momento. Nuestra siguiente parada será en Mission Beach, con la intención de ver un animal del que nunca habíamos oído, el cassowary, una especie de avestruz gigante con el cuello azul y una cresta roja. Sin embargo, después de dar un buen paseo en su búsqueda nos damos por vencidos y nos lamentamos un poco al saber que en el mismo parking que habíamos aparcado lo habían visto.

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Un bebé canguro. Miles de ellos mueren en las carreteras. Conducir por ellas de noche es bastante peligroso

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Mi hermana Irene gozando del atardecer en Airlie Beach

Finalmente llegamos a Cairns, una localidad famosa por ser una de las puertas de entrada a la Gran Barrera de Coral. Vamos al puerto y damos con el capitán de un velero de madera, el capitán Douglas. Nos ofrece llevarnos en su barco a la Barrera en el Mar de Coral. Él y su tripulación nos harán pasar un día magnífico buceando entre miles de peces de colores en un arrecife lleno de vida. La cara de mis padres entre zambullida y zambullida para coger aire no dejaba lugar a dudas, estaban disfrutando como niños. No pudimos evitar repetir otro día más con el mismo capitán y el mismo barco, el Falla. Como si de nostalgia se tratase no nos conformamos con quedarnos en Cairns, y subimos un poco más al norte donde haremos un tour para ver cocodrilos gigantescos en el río. Tomaban el sol con la boca abierta como si quisieran enseñar sus galones. Además, conoceremos Port Douglas y el bosque de Daintree, el bosque lluvioso más viejo de la Tierra, donde haremos una preciosa caminata entre lianas y raíces de árboles imponentes.

Camino de la Gran Barrera de Coral a bordo del Falla, Cairns

Camino de la Gran Barrera de Coral a bordo del Falla, Cairns

Cocodrilo tomando el sol cerca de Port Douglas

Cocodrilo tomando el sol cerca de Port Douglas

Volamos de Cairns a Darwin, en los territorios del Norte, con la intención de conocer mejor la cultura aborigen, prácticamente extinta en la costa este. La cultura aborigen se remonta en el pasado más de 50.000 años, y es el vestigio cultural más viejo de nuestro genero Sapiens. De nuevo alquilamos otra furgoneta y nos dirigimos al parque nacional de Kakadú, una especie de Doñana para los animales y a la vez Atapuerca para los humanos. En sus rocas rojizas se pueden ver las pinturas rupestres hechas hace decenas de miles de años y su convivencia con otras pinturas de apenas 100 años, en las que muestran su visión de los primeros «blancos» ingleses que llegaron a la zona con reloj de bolsillo y sombrero de copa. Disfrutamos de un atardecer eterno en sus lagunas, donde todavía hoy los aborigen pescan y transmiten su sabiduría en forma de canciones. La forma en la que enseñaban los mapas del territorio de una generación a otra era a través de estas canciones, con los principales hitos de su geografía, y no de papel escrito como hacemos en la actualidad. Otra de las peculiaridades de esta cultura tan antigua es la de quemar responsablemente los bosques cada año. Así los mantienen limpios de rastrojos, guían la caza hacia el lugar que quieren y sobre todo, evitan que los fuegos incontrolados carbonicen sin opciones los árboles en lugar de tiznar sensiblemente sus cortezas de negro.

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En Australia todo es a lo grande, incluso los termiteros

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Parque nacional de Kakadú

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Cascadas del magnífico parque nacional de Kakadú

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Pinturas rupestres de Kakadú

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Trenes de carretera cerca de Katherine

Seguimos nuestro trayecto por el medio de la mismísima nada. Hace más de 200 km que no vemos ni un pueblo, ni una gasolinera, y que el paisaje de eucaliptos con cortezas negras se repite como si fuésemos dentro de una rueda. Llegamos a un cruce de caminos llamado Katherine. Allí personas aborigen caminan sin rumbo descalzos por la calle. El alcohol y el esnifar pegamento y gasolina están haciendo especial mella en este grupo de población, que ha tenido la desgracia de pasar del paleolítico al mundo moderno en pocas décadas de evolución. Sus frentes prominentes, pelo rizado y tez negra, contrastan con el blanco amarillento de sus ojos saltones. Muchas de sus tierras les han sido arrebatadas para la minería, e incluso sus cementerios ancestrales reconstruidos de casas. Se esconden de la gente, vagabundos de un mundo que ya no es suyo y que sin embargo fueron capaces de mantener virgen con sus valores durante miles de años, Australia.

Un comentario en “Australia, las antípodas

  1. Impresionante y fabuloso este vuestro viaje por Australia, porque tanto el palacio de la ópera de
    Sidney ,como tu comentario de como ha cambiado la vida de estas gentes ,debido a la expropia-
    ción y el despilfarro de los poderosos,por construir edificios con unos presupuestos exagerados sin importarles el bien común, como que parece ser que la mayoría de países lo tuvieran como
    joby. Las fotos preciosas y con vuestra presencia de familia disfrutando de lo lindo aún dispara el nivel.
    Gracias ,por estos buenos ratos.

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