Namibia: tierra de desiertos

La Caprivi Strip es una estrecha franja de tierra de territorio namibio entre Angola y Botsuana, un pequeño capricho de esas potencias que diseñaron África a miles de kilómetros de distancia con un tiralíneas en una mano y en la otra mano y bebiendo a morro, una botella de whisky, coñac o cerveza. Esta franja es una vuelta al pasado, que es el presente de una población que vive al margen de lo que dicta la capital Windhoek, a más de 1000km de distancia. Los poblados de cabañas de cañas y tejados de paja ebullen gente al atardecer esperando su turno de forma tranquila en los escasos pozos alimentados hoy por energía solar. Es el momento del reencuentro diario con los vecinos, algunos de los cuales han llegado desde lejos para recoger ese precioso líquido como cada día.
Tras unos 800km de conducción hacia el oeste llegamos a la ciudad de Opuwo, en el extremo noroeste de Namibia. Nuestra llegada a esta ciudad nos sorprende por las tribus que colorean sus calles: las himba, demba y herero. La tribu de las himba es muy característica por la pigmentación roja de arcilla con la que tiñen su piel y los peinados tan elaborados que lucen. Por otra parte, la tribu de las dembas destaca por sus impresionantes collares de abalorios de colores. Finalmente, las herero destacan por sus vestidos y pañuelos en la cabeza en forma de tricornio. Resulta muy llamativo asistir al espectáculo de ver a estas personas vestir de forma tan auténtica mientras hacen la compra tirando de un carro en el supermercado.
Desde Opuwo nos dirigimos a las cataratas Epupa del río Kunene, el río que sirve de frontera natural con Angola. En sus aguas turbias y cálidas habitan algunos cocodrilos que año tras año acaban con la vida de algún despistado. También, este río sirve de punto de agua a los numerosos poblados himba que pueblan este paisaje desértico. Tico, nuestro guía improvisado, que conocemos al llevarle haciendo autostop en la carretera, se ofrece a hacernos de traductor para visitar uno de estos poblados. Siguiendo sus consejos, compramos un saco de harina de maíz, arroz y azúcar, nuestro obsequio para entrar en el poblado y, por otra parte, nuestra moneda de cambio para poder sacar fotos. Sin dificultades conseguimos también que nos dejen plantar la tienda esa noche entre sus cabañas de barro, la mejor oportunidad para compartir tiempo con ellos y de charlar a la luz del fuego. Cocinamos unas patatas asadas en las brasas ante la mirada atenta de los niños del poblado, con los que compartiremos la cena. A cambio, ellos nos ofrecen el arroz que les llevamos esa misma mañana. Tras una velada muy agradable nos retiramos a nuestra tienda, donde la luz de las estrellas y de la luna nos recuerda que en las ciudades hace tiempo ya que nos robaron estos momentos.

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Mujer himba en Namibia

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Mujer himba en el norte de Namibia

Desde el poblado himba desandamos camino y nos dirigimos al sur hasta el parque nacional de Etosha, el gran parque namibio de vida salvaje. El paisaje de Etosha se caracteriza por una llanura de dimensiones bíblicas, donde predomina el pasto de baja altura aferrado a un suelo blanquecino de salares. La vida en Etosha, al igual que en el resto de los parques que hemos visitado en temporada seca, discurre alrededor de los puntos de agua. En estos lugares, la procesión de animales sigue un orden jerárquicamente marcado por el tamaño o bravura, donde los elefantes hacen lo que se les viene en gana. Estos animales necesitan beber hasta 80 litros de agua al día y disfrutan como niños sumergiéndose enteros y jugando entre ellos. Los leones son un mundo aparte. Pasan la mayor parte del día dormitando bajo la sarnosa sombra de las pocas acacias que todavía no han sucumbido al intenso sol del desierto del Namib. Al igual que los elefantes para el agua, los leones respetan el orden a la hora de alimentarse, hecho que pudimos comprobar mientras devoraban una jirafa delante de nuestras narices.

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Pareja de leones en Etosha al amanecer

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Hiena en Etosha

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Leona devorando una jirafa cerca de un punto de agua en Etosha

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Elefantes refrescándose al mediodía

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Cebras en Etosha

Tras un par de días alucinando con la magnífica vida salvaje de Etosha, continuamos siguiendo nuestro olfato sobre el mapa para ver el bosque petrificado de Damaraland. Este lugar se formó tras una gran riada que asoló la región del Congo hace millones de años, arrastrando con su fuerza miles de troncos de pinos, que se cubrieron por casi un kilómetro de lodo. La presión ejercida permitió un lento proceso de fosilización. Posteriormente, la erosión devolvió a la superficie estos troncos de hasta 30 metros de longitud con un estado de fosilización que roza la perfección, al ser posible leer el número de anillos de crecimiento y los nudos en la madera. Tras esta incursión en el bosque petrificado, nos dirigimos a un poblado de la tribu damara, la cual ya se ha subido al tren del desarrollo más que sus hermanos himbas del norte.

Bea con la tribu damara

Bea con la tribu damara

A poca distancia de este lugar se encuentra el punto de agua de Twyfelfontein, célebre por sus petroglifos de los bosquimanos de hace miles de años. Estos petroglifos servían para enseñar a los más pequeños las diferencias entre los animales que formaban parte de su alimentación.

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Árbol fósil de Damaraland

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Petroglifos de Twyfelfontein

Atravesar el desierto del Namib supone intensas horas de conducción por pistas de tierra y arena, donde el paisaje apenas sufre modificaciones. Sin embargo, mientras atravesamos el cauce del río Ugab, un fogonazo me viene a la memoria. La similitud de este río con una escena impresionante del documental Tierra de la BBC, que vi hace un año, es pasmosa. Paramos el vehículo y preguntamos a un local si en este lugar habitan los elefantes del desierto, que este documental puso en el foco de atención. – Sin duda, de hecho, yo ayudé a grabar el documental de la BBC y otro para una televisión francesa. Si conducís unos 30 km por el cauce seco del río es probable que los veáis-. Un golpe de suerte así no se puede dejar pasar, y como no tenemos que rendir cuentas a nadie, desinflamos las ruedas del vehículo para no quedarnos encallados en la arena y nos disponemos a buscarlos sin mucha suerte ese día, ya que es tarde y queda poca luz. Esa noche acampamos en los alrededores de un poblado de pastores soñando con esos animales mágicos, que se han adaptado a un lugar tan extremadamente seco. Al día siguiente, todavía de noche, continuamos la búsqueda de estos elefantes esquivos. Cuando apenas llevamos una hora de búsqueda, vemos huellas frescas en la arena y excrementos todavía húmedos, la prueba de oro de que los que buscamos existe. De pronto, entre unas acacias, la silueta del mayor animal sobre tierra se dibuja cercano. No está solo. Un grupo de unos 20 ejemplares de todos los tamaños comen tranquilos las vainas de acacia caídas en el suelo. Nos bajamos del vehículo y resoplan enfadados. A diferencia de otros parques, donde están acostumbrados a la presencia humana, aquí no lo están. Subimos al vehículo y continuamos a una distancia prudencial de ellos. Poco tiempo después, nuestra presencia les sigue molestando y nos persiguen corriendo y bramando con la intención de embestirnos. Finalmente, todo queda en un susto y en un subidón de adrenalina, ya que se acercan a muy pocos metros de nosotros.

Elefante del desierto en pleno ataque sobre nosotros

Elefante del desierto en pleno ataque sobre nosotros

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Elefante del desierto en el río Ugab

En la llanura del Namib, las montañas del Spitzkoffen sobresalen como agujas. Este lugar es famoso por albergar algunas de las paredes más largas del continente de un granito rojo de gran calidad. Intentamos subir al Spitzkoppe Gross y un servidor se retira a unos 100 metros de la cumbre al encontrarse un poco mareado; pájara o calor excesivo, ¿quién lo sabe? La verticalidad de la ruta para subir no permite tropezones.

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Vistas desde el Spitzkoffen Gross

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Vistas desde el Spitzkoffen Gross

Buscando temperaturas un poco más frescas nos dirigimos a la Skeleton Coast, la costa Atlántica de Namibia. En esta costa conocemos Cape Cross, que alberga la mayor colonia de leones marinos del planeta, con más de 100.000 ejemplares. Es época de cría y estos animales luchan por el espacio. Vemos nacer a varios ejemplares ante la atenta mirada de los zorros y gaviotas, que esperan su turno con los más débiles. También en esta costa se encuentra una de las mayores colonias de flamencos que hayamos visto, en Walvis Bay, una gran bahía aprovechada como salina para todo el país y hábitat de estos animales.

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Barco hundido en la costa Skeleton

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Leones marinos en Cape Cross

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Acampando en la costa de Skeleton

Colonia de leones marinos en Cape Cross

Colonia de leones marinos en Cape Cross

A partir de la Skeleton Coast las dunas de arena continúan de forma más o menos continua hasta llegar a las dunas de Sossus Vlei. Este parque nacional es quizá el lugar más famoso del país por su gran espectacularidad y por albergar las mayores dunas de arena del mundo. La sequedad del ambiente es tal, que algunos árboles se secaron hace más de 700 años y todavía permanecen en su posición original sin haberse podrido, como las acacias de Dead Vlei. En este lugar celebramos el cumpleaños de Bea subiendo a la duna Big Daddy, que con sus 300 metros de altura es una de las mayores del lugar.

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Dead Vlei, acacias secas hace más de 700 años de antigüedad

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Dunas de Sossus Vlei

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En la cumbre de Big Daddy en Sossus Vlei

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Acacias en Dead Vlei

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Celebrando el cumpleaños de Bea con Josu

Desde Sossus Vlei conducimos hasta el extremo sur del país para conocer el Fish River Canyon, un cañón de dimensiones enormes y que recuerda mucho al parque nacional de Canyonlands en Utah (EEUU). Desde este punto solo nos tocará retroceder el camino hasta la capital, Windhoek, donde despediremos a nuestros compañeros de viaje, dejaremos el todoterreno de alquiler y nos prepararemos para la siguiente parte del viaje, aquella que haremos en transportes públicos rumbo al Mediterráneo.

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Vistas en Fish River Canyon

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Vistas en Fish River Canyon

 

 

4 comentarios en “Namibia: tierra de desiertos

  1. Interesantisimo este relato pues se deja ver lo admirable que es el rostro de las mujeres y su elegancia en lucir esos peinados que le dan ese aspecto tan peculiar pareciendo estatuas vivas . Los animales de una inteligencia para saber quien está invadiendo su hábitat y vosotros unos valientes arriesgando para verlos más de cerca .El desierto impresionante cuando veo vuestras huellas de los pies viviendo y disfrutando de lo lindo.Un beso muy fuerte para los dos y hasta la próxima.

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